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Alchemical material in SpanishThese translations of various alchemical pieces into Spanish have been donated by Santiago Jubany, who publishes various alchemical and related books under the name Ediciones Indigo.Back to alchemical texts in Spanish. TRATADO DE LA NATURALEZA DEL HUEVO DE LOS FIL�SOFOS Bernardo Trevisano Se�or, con correcci�n, me parece que dese�is tratar este asunto de forma distinta como nos ha sido dejada la definici�n de las cosas naturales, cuando dec�s que la materia de Juan el Negro no puede llevarse a efecto, ni por tanto su azufre; tal como lo hab�is practicado, se�or, vos no hab�is entendido la cualidad de ese azufre, seg�n la esencia de su materia y alteraci�n: incluso la materia prefectiva del susodicho Juan el Negro debe llevarse a efecto por preparaciones naturales, pero vos propon�is muchas cosas que para nada sirven al prop�sito, sino que indigno y confuso, no hab�is comprendido la posibilidad de la naturaleza y el sonido de las palabras os ha confundido. Porque primeramente hace falta discernir con prudencia lo que debe ser hecho en primer lugar, el porqu� y el cuando, porque el primero, que es el �ltimo en resoluci�n, es el primero en imposici�n, pues por �l se llega al conocimiento del Sol y del Elixir, esto es, saber reducirlo en los primeros principios y elementos de que est� hecho: deb�is pues dividir el compuesto hasta los incompuestos, pero primero hace falta tener el conocimiento del compuesto, despu�s deb�is reducirlo en partes puestas en orden hasta obtener los principios, y este es el conocimiento resolutivo; y la doctrina llamada compositiva es, a saber, aquello que une lo que ha dividido, empezando por la primera materia y por sus principios y elementos y como se encuentran compuestos aquellos principios que son simples y c�mo, principios y elementos, son llamados la primera materia, de la cual se hace el elixir que transmuta los cuerpos. �C�mo entonces cre�is introducir la forma del elixir completo en la materia que ha estado menos dispuesta? Ved que el elixir ha de poder hacerse de cosas homog�neas y uniformes en sustancia, como de mercurio puro, en el que toda la sustancia del cuerpo fijo permanece resuelta y hecha vol�til sin ninguna separaci�n. La intenci�n de los fil�sofos es, siempre ha sido y ser�, hacer del cuerpo esp�ritu, esto es, del mercurio puro, que es llamado filos�fico porque se hace por procedimientos de filosof�a, conteniendo en si mismo una doble naturaleza pues hace falta componer la piedra de dos sustancias y del vol�til fijo. Es necesario primeramente hacer o extraer de la uni�n de estos dos su mercurio, antes de hacer el elixir completo, y este es el mercurio que causa perfecci�n y en el que consiste todo el magisterio. Y esto lo han entendido diciendo que si puedes por el s�lo mercurio terminar tu obra, ser�s un habil�simo investigador del arte, que se hace por la pasi�n que �l debe sostener estando oculto y homog�neo con su cuerpo. Y este mercurio que ellos ordenan elegir en primer lugar, e incluso, tanto de los cuerpos como del mercurio, que no sea mercurio en toda su naturaleza, porque ya ha perdido todas sus heces terrestres y adherencias con mucha disipaci�n de su fugitiva acuosidad, quedando una sustancia pura cuya humedad est� unida y conjuntada con la sustancia fija. Porque en la obra, antes de poder hacer la verdadera medicina transmutatoria de las piedras, es necesario sublimar el total, no s�lo la parte vol�til, sino tambi�n la fija, y cuando todo qued� convertido en esp�ritu, los fil�sofos dijeron que esa era el agua de volatilidad, pues ante esa consideraci�n de que toda la materia se convierte en humo han llamado agua a toda esa piedra, como atestigua S�crates diciendo en la Turba: si no reduces el todo en agua no conseguir�s la obra, pues es necesario que el cuerpo sea ocupado por la llama del fuego, para que sea destruido y debilitado con el agua en la que est� contenido. Y Confolies dice: sabed, oh investigadores de este arte, que todo cuerpo se disuelve en el esp�ritu con que est� mezclado y con el cual, sin duda, se ha hecho espiritual. Cuando este esp�ritu se sublima es llamado agua, como antes dije, agua en la que se lava y se asea a s� mismo. Como toda la sustancia es muy sutil, sube dejando aquello que la corrompe. Pues el mercurio se putrifica en la obra, convirti�ndose el cuerpo en esp�ritu, purific�ndose no solo de sus sulfureidades sino tambi�n de todas sus terrestreidades y de las groseras y sutiles partes acuosas que provienen de la viscosidad, ligadas por una fuerte mixtura. As� se hace el mercurio de los fil�sofos del que habla Geber. La consideraci�n de la cosa buscada es la pura sustancia del mercurio, que durante la elevaci�n del uno y del otro, sube en forma de humo por la fusi�n precedente, porque luego �l tambi�n se funde y se coagula por el fr�o y se desnuda de sus superfluidades, se lava e imbibe de su agua, esto es, el esp�ritu preparado que proviene del mismo germen. Esta es la disoluci�n filos�fica que se hace con el fuego disolvente, preparado previamente como es requerido, hecho y vigorizado como dice el fil�sofo Mirandus: es necesario que el cuerpo sea licuado con su disolvente, a fin de alterar su naturaleza corporal hasta que, por la disoluci�n destructiva, el cuerpo sea hecho espiritual y sutil. Porque este mercurio contiene en si mismo la naturaleza fijadora, que se le ha a�adido, como tambi�n a causa de su doble naturaleza, los fil�sofos le han llamado agua permanente y perseverante al fuego, porque la parte vol�til no est� sin su cuerpo, con el cual se ha mezclado indisolublemente, y as� los dos son hechos uno e inseparables, el cual de modo natural, posee una naturaleza no permanente al fuego; por esta raz�n no nos hemos de fiar del mercurio sublimado, ni tampoco del disuelto, ya que el total es fugitivo, sino del calcinado despu�s de la disoluci�n, como dice el expositor de la Luz de las Luces: estando sublimado huye del fuego y es de naturaleza blanca, pero cuando por su coagulante queda coagulado y calcinado, est� fijo y retenido. Este coagulante es el cuerpo que est� oculto en el mercurio de los fil�sofos. Cuando este mercurio nace es llamado Leche, porque se fija y se coagula por su cuerpo oculto y se hace uno con el mercurio y uno en sustancia; as�, se coagula por s� mismo y no por otro, y es comparable a la cera fundida, porque en la mezcla son hechos enteramente uno y sin separaci�n, para durar eternamente, y el uno y el otro, en la misma sustancia se perfeccionan. Y aquello que ha sido puesto en el fuego pasa de naturaleza en naturaleza hasta que, en el mismo vaso, en forma de materia, sea convertido en verdadera medicina, y esta es su ultima disposici�n, que es muy parecida a la generaci�n humana. Pero vuestra materia no ha alcanzado todav�a esa propiedad por la cual pueda ser llamada Huevo Filos�fico, y por cuya disposici�n pueda, en �ltima instancia, transformarse en Elixir completo, como el huevo en un pollo; porque toda vuestra materia no ha sido llevada totalmente al esp�ritu redondo, hecho por la debida circulaci�n, sino que es un cuerpo de por s� fijo, que no huye, un esp�ritu fugitivo solamente por s�, sin el fijo, por lo que no parece ser esto un huevo ya que lo uno rechaza al resto. Y ya que la generaci�n del gran Elixir se hace evaporando y entremezclando en el aire �c�mo cre�ais conseguir el fin de los enemigos muy alejados en naturaleza Pues ni el cuerpo permite nunca que se separe sin su naturaleza, ni el esp�ritu cuando asciende sin su fijeza, pueden convertirse en elixires, porque evaporados no pueden mezclarse los unos con los otros; �sta es la causa por la que los fil�sofos han llamado Huevo a su mercurio, y tambi�n porque el huevo es una cosa redonda y circular, que contiene en su interior dos naturalezas en una sustancia, el blanco y el amarillo y que extrae de s� mismo otra cosa que tiene alma, vida y generaci�n, esto es, cuando de el sale un pollo. As� tambi�n el mercurio contiene en si dos cosas de una misma naturaleza, cuerpo y esp�ritu, y extrae de s� mismo el alma y la vida hasta que el todo sea espiritual, de donde se har� despu�s la generaci�n del verdadero elixir, lo cual hace decir a Mirandus: en el huevo de los fil�sofos hay cosas que estando enteramente mezcladas y p�tridas se convierten en esp�ritu, pues est� vivo y no muerto. Entonces este huevo, permaneciendo en el fuego, solo por la decocci�n, sin tocarlo con las manos, hace un pollo, por una sola disposici�n que se perfecciona y confirma a s� misma. Esto tiene naturaleza hermafrodita, porque es como macho y hembra y de complexi�n hermafrodita, como confirma el fil�sofo diciendo: as�, la simiente de la planta es semejante a la impregnaci�n, que es una mezcla de macho y hembra, y de la misma manera que en el huevo hay una fuerza para engendrar un pollo, de manera semejante la materia le es necesaria hasta que salga, as� tambi�n el nuestro, y as� como la hembra pone un huevo en una hora, o la semilla de la planta, as� tambi�n nuestro huevo a fin de que se engendre un elixir, de donde es f�cil de ver que un elixir no se puede engendrar sino de las cosas que tienen en ellas una complexi�n hermafrodita, como se ve en el huevo susodicho. Alberto trata de confirmar la complexi�n de este huevo en el tercero de los Minerales, explicando en el cap�tulo del azufre: Hace buena falta que el c�lido y el seco sean conjuntados con el h�medo y el fr�o en una misma complexi�n, y que esta complexi�n sea hermafrodita, como se ve en las plantas. Os describo la determinaci�n de este huevo con la declaraci�n de temor de que os equivoqu�is en la pr�xima materia, de la cual se debe hacer un elixir perfecto. Un tipo de Carcasona, que se hac�a llamar maestro Tolquet, asegur� a Leotardo que hab�a visto vuestra materia en cierto vaso, en forma de mercurio mezclado con el cuerpo y con medio congelado, de la cual dijo, como por vituperio, que no era un huevo, y dijo la verdad en cuanto vos estabais extraviado, pero aquel, mir�ndole en verdad, opina sin conocimiento de causa, salvando siempre su reverencia y la de aquellos que la seguir�n. Yo he conocido su intenci�n, y por su sublimaci�n, y el agua que cree extraer de all�, la cual asegura con mucha ignorancia que es el vinagre filos�fico: pero verdaderamente, ya que toda la naturaleza y toda su esperanza le contradicen, sus palabras no contienen verdad alguna; alejado y desviado de la filosof�a por superfluas fantas�as no considera las formas de esta transmutaci�n, ni los elementos, ni aquello que es real, solamente lo que es fant�stico; ni tampoco considera que las formas puedan tomar su ser transmutatorio de la materia filos�fica y de aquellas que est�n en la materia filosofal y no de las extra�as, como debe considerar el verdadero fil�sofo: que lo que est� en la materia est� solamente en su naturaleza y es real. De modo parecido, deb�is considerar el movimiento como lo eficiente seg�n el cual la materia se mueve, y la forma seg�n al ser que est� en la materia, y tambi�n la finalidad seg�n lo que es el l�mite del movimiento, conforme la materia se mueve; y parecidamente, deb�is considerar la materia en tanto ella puede ser la materia de la forma filos�fica, y seg�n aquello que es el sujeto de la forma y seg�n el ser que la forma tiene en la materia. Es as� como se conoce la manera de hacer de los hombres que filosofan, pero Tolquetus no es de esta consideraci�n, no cambiando de complexi�n. Aunque la correcci�n fraternal es una obra de misericordia corporal, porque por la corporal el hombre gana la misericordia del cuerpo, pero por la espiritual gana la vida del alma, siempre y cuando no sirva a los obstinados; aquellos que se resisten a tal correcci�n se tornan demonios y no reconocen la falta o el defecto, por lo que es necesario alejarse de tales gentes como si fueran publicanos, siguiendo la sentencia de nuestro Salvador en Mateo 18. Aquellos que caen por ignorancia est�n menos alejados de la verdad que monsieur Turquet, y aunque vos ignor�is los t�rminos del arte y la forma de la materia pr�xima a la generaci�n de los elixires o de la medicina siempre tendr�is la manera y el orden congruentes a aquella si entend�is bien la forma de las preparaciones que yo os he dado suficientemente, con sus cualidades y causas necesarias, y c�mo se hacen, y puesto que la propiedad de la obra por la cual la naturaleza es conducida y llevada a la perfecci�n est� en el interior de la materia por el propio movimiento de la misma naturaleza, deb�is regocijaros, porque la pod�is encontrar, no por la doctrina, sino por la propia indicaci�n de la naturaleza del movimiento determinado, por ello es necesario considerar el movimiento seg�n el cual la materia se mueve en la forma de relaci�n; vos podr�is regular la materia por una moci�n natural, porque tal movimiento, siendo propio y determinado, tiende siempre a introducir en la propia materia la especie propia, de donde se sigue necesariamente la multiplicaci�n por parecida especie en la misma materia. Puesto que la virtud del elixir se engendra formativamente de la propiedad de la materia o bien combatido por el h�medo untuoso o bien de la materia h�meda combatida por la fijeza t�rrea, lo que es una misma cosa, vos deb�is notar que de una tal pasi�n o combate procede la transmutaci�n de la sustancia en la forma del elixir completo, es decir, que lo seco y lo h�medo primero endurecen conjuntamente, por lo cual ambos se transforman en uno que es homog�neo y generador natural sin que jam�s se separen, como pod�is ver por la naturaleza y complexi�n anteriormente declarada. El huevo no es otra cosa en su mayor parte que un h�medo acuoso endureciendo y sufriendo bajo el seco terrestre, del mismo modo que el elixir no es otra cosa que mercurio, que ha padecido un enorme calor y sequedad complexional, luego, el mercurio que as� ha sufrido ser� la materia pr�xima del elixir, por la experiencia de lo cual se demuestra que no lo ser� sino se le licuefacta y disuelve por una fuerte ignici�n, y estando as� unido se coagula por el fr�o en piedra sutil met�lica. Percibid pues que el mercurio es la materia pr�xima del elixir por la pasi�n que ha recibido del seco terrestre adusto. Para una declaraci�n m�s amplia, respondiendo a vuestros versos, que vuestro deseo sea conocer que el pen�ltimo termino de la obra, entendi�ndolo en general para todos los grados que tratamos de alcanzar, es la pureza y rectitud perfecta de la materia por las cuales siempre, a saber, por pureza y rectitud, nuestro huevo es perfecto, porque entonces la simple naturaleza se regocija y la naturaleza simple y pura culmina en homogeneidad y proporci�n de los elementos. La causa que hace opinar a algunos que la composici�n de este huevo es imposible ha sido, o la muy fuerte construcci�n del cuerpo, o la dif�cil resoluci�n de este, pues lo que se construy� dif�cilmente, se disolver� dif�cilmente; pero si conocieran la composici�n natural sabr�an tambi�n la resoluci�n, y que la construcci�n artificial se puede hacer, pero por una v�a natural: pero puesto que ellos la ignoran deber�an condenar sus operaciones inducidos por las cuales quieren llegar, por corrupci�n y generaci�n a otra cosa. Estos han ensayado que el cuerpo es de una composici�n muy fuerte pero todav�a no saben cuan fuerte es. Si hubieran llegado a este termino sabr�an que el huevo est� hecho de la corrupci�n del cuerpo, causa por la cual aquellos no han conocido bien los fundamentos de la naturaleza, rechazando lo superfluo y acrecentando lo que est� disminuido y no solamente la superfluidad misma y la disminuci�n que est� oculta y es evidente, y por consiguiente, la misma naturaleza, que es la ra�z y la esencia perfecta, ni la comodidad de la obra, la propiedad de la cual es ocultar aquella que la manifiesta y de manifestar aquello que est� oculto, lo cual podr�n conocer mortificando y vivificando. De aquellas cosas se ve tanto la corrupci�n e infecci�n de los metales como de igual manera exacta composici�n de nuestro huevo. Notad que cuando los fil�sofos dicen que no hay nada superfluo en este huevo dan a entender que no hace falta manipular y quitar con las manos, sino que es preciso dejarle hacer la sola decocci�n de su paliaci�n; aparece en la decocci�n del huevo, cuando se vuelve duro, o bien en su inveteraci�n, aquello que es necesario notar bien cuando dicen despu�s que en el susodicho huevo no hay disminuci�n alguna, demostrando con ello que no es necesario a�adir nada dado que contiene todo lo que es requerido para nuestro magisterio. Esta piedra es un perfecto huevo de dos sustancias de una naturaleza, que est� hecho, a saber, de cuerpo y de esp�ritu en unidad de esencia o de naturaleza, y en esta conjunci�n de resurrecci�n el cuerpo es hecho esp�ritu como el esp�ritu mismo y son hechos uno, del mismo modo que el agua mezclada con agua no puede separarse jam�s no habiendo diversidad alguna entre ellos, que son tres: esp�ritu, alma y cuerpo sin ninguna separaci�n. Todo lo cual se ve ciertamente en la unidad de la trinidad, en Dios padre y el Hijo y el Esp�ritu Santo, que son uno en Dios mismo, con una distinci�n sin diversidad en la sustancia. Con estas palabras podemos convenir directamente en que los antiguos fil�sofos, que pose�an esta parte, han sido conducidos por este divino arte de la Aparici�n de Dios en naturaleza humana, o carne, esto es, Cristo y su unidad con Dios por la abundancia del Esp�ritu Santo, por lo que muy confusa e indistintamente han conocido esto, de los cuales yo soy del parecer que han sellado la verdad y las figuras de las cosas y dado que todos aquellos han sido verdaderos artistas de este divino y glorioso arte, han podido situar en Dios la trinidad y unidad, siempre en la trinidad con distinci�n pero sin diversidad en �l, pero en esta piedra est� se�alada la trinidad en unidad y al contrario, con distinci�n sin diversidad. Yo no veo que haya para aquel que lo mire de cerca un ejemplo en todo el mundo m�s parecido que �ste para la asignaci�n de la trinidad en Dios. Aqu� se refiere eso que est� en San Agust�n, en el primero De la trinidad y del alma, a saber, que est�n en el alma esos tres que son sin embargo uno, a saber, inteligencia, memoria y dilecci�n o voluntad, que es la m�s bella y verdadera; pero por aventurar alguna contradicci�n, aunque no en este lugar, creo firmemente que si alg�n infiel supiese bien este arte, ser�a despu�s necesariamente fiel a la trinidad de Dios y pondr�a la ciencia en nuestro se�or Jesucristo, hijo de Dios, y creo que si no lo hace as� es por un temor que hay en �l a su secta y a la primera ley que recibi� de otros; este tal no ser� castigado de igual manera, porque aquel que ha visto la trinidad en Dios por medio de esta piedra muy oculta y muy preciosa como la han visto Hermes, Plat�n y los otros fil�sofos antiguos, no encontr�ndose pues punto igual de comparaci�n, ni sutilidad, ni utilidad, ni tesoro igual a �ste, dado que el alma y el cuerpo de aquel que sabe estas cosas se han liberado en este mundo, esperando la beatitud del siglo futuro, pudiendo por las buenas obras, ser transportados a Dios despu�s de su muerte, uni�ndose directamente a Dios en el �ltimo d�a y ser feliz con �l. Retornando al prop�sito de la utilidad de la piedra diremos que jam�s el esp�ritu y el cuerpo llegar�n a la uni�n predicha, como atestigua Raso en el encomio de su libro, hasta que uno y otro sean limpiados. Tambi�n dice, a fin de que lo pod�is entender mejor, que los t�rminos y disposiciones precedentes tienen un gran acuerdo con aquello que se engendra en el huevo, antes de que las disposiciones sean hechas, por las cuales �l se pueda convertir en elixir completo. Sabed que los susodichos, a saber, el esp�ritu y el cuerpo, no se unir�n bien el uno al otro para poder demostrar sus virtudes, por las cuales se hace la perfecta operaci�n, si el uno el otro no est�n bien limpios, pues el cuerpo no aceptar� al esp�ritu en absoluto, niel esp�ritu al cuerpo, para hacer que lo espiritual sea corporal y lo corporal espiritual, si todas las basuras e inmundicias no son retiradas, habiendo hecho lo cual el cuerpo abrazar� al esp�ritu y el esp�ritu al cuerpo y de �stos se hace la uni�n perfecta si la fijaci�n supera la gran volatilidad, pero si la fijaci�n es vencida por la gran volatilidad no se culminar� la forma del huevo, siendo solamente un cuerpo que se vuelve hacia al esp�ritu. Este es el pen�ltimo t�rmino de nuestro mercurio, que es llamado huevo, conteniendo en s� mismo todo lo que se requiere para perfeccionar nuestro magisterio, en el cual no hay nada de superfluo ni disminuci�n alguna en la perfecci�n del huevo, pero es todo lo necesario para la producci�n del pollo y de la medicina, de donde el artista de fino entendimiento podr� notar que en este magisterio hay tres cosas que demuestran el orden: en primer lugar, la preparaci�n que precede a la conjunci�n; en segundo lugar, que la preparaci�n del uno y del otro no es la perfecci�n, sino solamente una disposici�n a la conjunci�n por la cual �l toma la forma de piedra, o de azufre, o de nuestro mercurio, que no son m�s que uno en el huevo, y del que ya hemos tratado antes; de modo contrario, la perfecci�n no es simplemente una preparaci�n, sino una inducci�n inmediata de forma que puede terminar nuestra obra; en tercer lugar, que en todo el tiempo de su conjunci�n, siendo su uni�n perfecta, se encuentran por siempre puros y limpios y desnudos de toda superfluidad, de donde se puede ver f�cilmente que en el tiempo de su pureza los dos est�n hechos despu�s para la rectitud de la piedra o generaci�n de nuestro huevo, y no delante ni m�s all� Basta con preparar bien la materia, de suerte que no sea depurada solamente de todas las superfluidades a�adidas sino tambi�n de todas las terrestreidades, tanto groseras como sutiles, atacadas por la fuerte mixtura en las partes acuosas que provienen de la viscosidad. Esta depuraci�n se hace cuando el cuerpo se transforma en esp�ritu y el esp�ritu en cuerpo, ya que en el procedimiento de la obra se hace la conversi�n hasta que la naturaleza activa haya encontrado un estado permanente con el cual ella pone t�rmino a su movimiento, que es la forma de la generaci�n del huevo y entonces la naturaleza comienza otro movimiento para formar la medicina perfecta, corrompiendo de nuevo nuestro huevo de su forma e introduciendo otra forma de medicina perfecta, y esto es pasar de grado en grado. Pero la sabidur�a de un buen artista debe inquirir con diligencia sobre la causa por la cual la piedra purificada se concluye por soluci�n y la causa por la cual no viene antes y m�s severamente a su intenci�n, y por qu� de las causas opuestas proceden las afecciones opuestas y que por uno de los contrarios se conoce al resto: hace falta notar que la causa pr�xima por la cual la piedra purificada se termina por soluci�n es una similitud muy grande del uno con el otro y del esp�ritu con el cuerpo, y del cuerpo con el esp�ritu, no solamente en la materia sino tambi�n en la complexi�n, cualidades y propiedades naturales, porque cuanto m�s se aproxima el cuerpo a la complexi�n del esp�ritu, y viceversa con m�s prontitud se hacen uno y se transfiguran en huevo, porque cada uno desea aquello que es m�s semejante a su complexi�n, y porque el cuerpo es muy c�lido en lo profundo de su naturaleza; cuanto m�s caliente y puro es el mercurio es m�s penetrativo y se funde mejor y se unir� mejor con �l de suerte que de dos complexiones se har� un solo compuesto en su simplicidad; porque lo que es c�lido es digestivo y de alguna manera es parecido al c�lido y h�medo resuelto y cuanto m�s fr�o es, al no tener un punto agudo de calor, penetra menos en la profundidad del cuerpo, se disuelve m�s tarde y, en consecuencia, se conjuntan m�s tarde, tambi�n m�s tarde a causa de la materia y de la cantidad y cualidad de aquella materia las especies no se separan nada de la especie, sino a causa e la forma siguiente; he aqu� porque el artista debe conocer enteramente la materia de la naturaleza, su cantidad y cualidad, habida cuenta de que las cosas antedichas son, sin duda, solamente conocidas por �l. Se ignoran los instrumentos propios de la naturaleza por los cuales ella obra en la materia de forma mediata por la introducci�n que es la formaci�n del huevo, visto que ning�n agente. Sea cual sea, natural o artificial, puede obrar sin los propios instrumentos determinados, como veis, por lo que la naturaleza, en la generaci�n de todas las cosas, obra con calor digerente, alterante y modificante, como con su propio instrumento, seg�n lo requiera la naturaleza de todas las cosas: �C�mo creer�ais vos formar un huevo ignorando este instrumento? De ninguna manera. El arte toma los esp�ritus inmundos de la naturaleza y los conjunta con los puros y espirituales, y sublim�ndolos, los eleva y limpia como la naturaleza, y los despoja de toda perversidad sulfurosa y en este despojamiento, la naturaleza, obrando y operando, iguala las cualidades de los elementos y las proporciones, no siendo necesario, ni en nuestro poder est� el saberlas, ni deseamos saberlas, siendo solamente conocidas por la naturaleza; porque la naturaleza se rectifica a ella misma, cociendo los elementos y poni�ndolos a proposici�n de su especie, consistiendo la rectitud de la naturaleza en la igualdad y proporci�n de sus elementos. Puesto que el arte no puede igualar los elementos que est�n en la naturaleza y siendo lo propio de aqu�lla conducir los elementos a su proporci�n, parece ser suficiente con que el arte conozca y opere con la naturaleza a fin de ser ayudado por ella. El arte opera con la naturaleza y la naturaleza con el arte en la transmutaci�n de la naturaleza de los metales, cuando son limpiados por sublimaciones, y queriendo entonces huir del fuego, el arte, vi�ndolos hu�rfanos, les administra al instante una naturaleza fija y pura, a fin de que sean confortados por aqu�lla; y las virtudes de los esp�ritus que est�n en aquellos elementales y celestes, por la proposici�n de la misma naturaleza, son de este modo convertidas por la naturaleza en cuerpos limpios y fijos, y no por el arte, sino sirvi�ndose de �l como de �rgano o instrumento; de suerte que la naturaleza de los cuerpos dominar� por siempre sobre la naturaleza de los esp�ritus. Y por esta industria milagrosa el arte imita a la naturaleza, apresurando y acelerando sus obras; pero la raz�n por la que el arte se comporta as� con la naturaleza, al respecto de las pasiones, es que en la operaci�n y generaci�n de la piedra se encuentran en superabundancia el medio y el defecto: He aqu� porque los fil�sofos ordenan conocer los pesos del uno y del otro buscando la proporci�n y las virtudes de los que son mejores, porque la propiedad del arte, cuando alimenta a su piedra, se esfuerza por observar cuatro puntos de la educaci�n, a saber, sobretodo el c�mo y el cu�ndo lo hacen y cu�nto le falta, y c�mo es preciso que sea hecho. Estos t�rminos no son menos deductibles en las acciones y en las pasiones si se examina la debilitaci�n o confortaci�n de la naturaleza con la que opera el arte, y por las disposiciones del arte las cosas intr�nsecas son gobernadas, lo que ha hecho a los fil�sofos relatar con mesura las naturalezas de los fuegos en el magisterio de la decocci�n, mirando la naturaleza media, porque tal virtud, consider�ndola en s� misma, es una cierta mediaci�n y conjeturativa de aqu�lla, porque observa el medio y el medio opera. Mas, puesto que la rectitud de naturaleza supone una disposici�n operativa por el lavado en la expoliaci�n del azufre corrompedor, deb�is disponer vuestra materia para fundirla, de otro modo no se modificar�, ni se rectificar�, y en consecuencia no podr� tomar la forma de un huevo, por lo cual Arnaldo de Vilanova dijo en su Nuevo Testamento: primero ha de conocerse el g�nero de la piedra, conocido el cual, no se la hace modificar por abluciones y fusiones, pero como la materia recibe fusiones, primeramente se corrompe, dado que tiene una sustancia de licuefacci�n que no puede ser extra�da de otro modo o por otra industria. Por ello, el mismo Arnaldo, en el Rosario, dice: si no est� corrompida, no se podr� fundir y no se disolver�. Y Morien dice: Sabed que despu�s de la putrefacci�n se tiene el azoth, interpretado como sustancia de la licuefacci�n por la cual el Dios muy alto y benigno Creador ha creado y acabado la gran composici�n que ha sido buscada, pero no tomar� verdadera putrefacci�n hasta aqu� si primeramente no es dividida en sustancias elementales. Ved que en aqu�lla se encuentran las virtudes putrefactivas que son llamadas principios de todos los cuerpos transmutables, o de los generativos y corruptivos, pues todas las cosas toman de las cualidades de los elementos diversa alteraci�n, tendente a la generaci�n mediata o inmediatamente, o tambi�n perezosa o alejada seg�n la fuerza o debilidad de la virtud putrefactiva, corrompedora y generativa. Por esta causa vuestra industria debe buscar este arte en los elementos de la piedra permanente porque, como dice Arnaldo de Vilanova: nuestra ciencia consiste en la ciencia de los cuatro elementos y en la conversi�n igual de ellos, porque todo lo que est� en el mundo, no lo est� por designio sino por virtud y en tanto su separaci�n es necesaria, y a�ade que los mismos elementos, por destilaci�n y putrefacci�n, se reiterar�n y conjuntar�n, pues por este medio todo el cuerpo se hace espiritual, y la primera materia de la cual ha sido hecho primeramente, y los cuatro elementos, aunque despu�s se haga en la operaci�n de la obra, y de la debida conjunci�n, otra materia primera muy pr�xima a este g�nero met�lico; de donde parece que, lo que nosotros entendemos en la naturaleza de la piedra proviene de sus elementos, por lo que es preciso que conozc�is la primera materia, la pr�xima y la muy pr�xima, porque todos los fil�sofos han expuesto que esta preparaci�n es verdadera y que nada se conoce sino sus principios, y puede verse la prueba en el Segundo de las F�sicas, que entender y sentir o estimar en todas las ciencias no lo es por sus principios y causas de sus elementos, sino porque la virtud de la materia debe ser proporcionada a las fuerzas seg�n el ser, por las cuales en el acto ella se perfecciona. Por tanto, deb�is poner en orden su operaci�n seg�n esta forma a la cual �l la hace primeramente disponer o aproximar, pues la forma entra en toda suerte de materia dispuesta que le sea pr�xima; puesto que hay tantos grados de materias como los hay de �rdenes de formas seg�n naturaleza, considerad de qu� forma y en qu� grado pens�is vos sublimar vuestra materia y siguiendo aqu�lla, disponedla primeramente por operaci�n propia, a fin de que sea hecha id�nea para tomar la susodicha forma por la cual ella debe acabar y sublimar. Esta habilitaci�n o aproximaci�n a la primera concibe primeramente por operaci�n propia y natural, dado que hay en ella perfecci�n, como recuerdo haber dicho anteriormente, seg�n su grado, pues la materia, aunque haya sido suficientemente preparada por la preparaci�n del primer o segundo grado, no puede tomar forma si no conjunt�is las preparaciones del tercero, las cuales disponen la primera, aunque por las preparaciones del segundo grado de sublime perfecci�n haya sido hecha muy pr�xima para concebir la forma del tercero, dado que no se puede ir de un extremo al otro m�s que por un medio, pues las operaciones disponen la materia en la forma de primer grado a los efectos y operaciones por las cuales adquiere la forma de segundo grado, y as� ellas la habilitan o disponen por operaciones por las cuales toma su forma del tercero y del gran elixir. Cuando ella est�, por consiguiente, en el tercer grado, es el gran elixir, y cuando quer�is tener la forma del tercer grado con aquella del segundo, no teniendo la del primer grado, trabajad tanto como quer�is para hacer esta materia pr�xima de tal grado y del m�s grande. Os apen�is en vano pensando en dar la �ltima forma del elixir, porque yo no os puedo escribir todas las cosas que son necesarias, remiti�ndolas a vuestro juicio, porque las cosas espirituales declaran suficientemente c�mo deb�is vos regular vuestra obra por los grados de las formas, y seg�n la naturaleza de cada grado, preparar la materia de naturaleza, a fin de que por la preparaci�n del uno sea dispuesta a la preparaci�n del otro hasta que llegu�is al objeto de vuestro deseo siguiendo sus grados. Porque vos no pod�is dar a vuestra obra tan poco tiempo como creen muchos locos, porque esto es contra raz�n y contra el movimiento de la naturaleza. Creed en las advertencias de los fil�sofos que han visto las profundidades de la naturaleza, porque Hip�crates dice: el tiempo es breve en raz�n de la edad, la experiencia es larga en raz�n del tiempo, sobre lo cual dice Geber que pocos y principalmente ancianos han tenido esta ciencia, pues �l ha dicho ancianos y no j�venes, porque �stos son impacientes y la quieren tener en poco tiempo, y por eso �l concluye el libro titulado DE la investigaci�n del perfecto Magisterio diciendo, no que �l entienda que el tiempo sea corto, porque en otra parte ha dicho que �sta es la medicina que ha requerido un largo tiempo, o que el espacio de un largo tiempo anticipa; y en la Suma, cap�tulo de la medicina de tercer grado, se dice que para la mayor industria en la administraci�n de esta materia y de la perfecci�n de preparaci�n es necesario un tiempo muy largo para completarla verdaderamente; aunque la medicina de este tercer orden no sea diferenciada de la medicina del segundo orden sino en su creaci�n por los otros muy sutiles grados de preparaci�n sublimativa y por una larga labor; y otro tanto de la coagulaci�n mercurial, porque es muy dif�cil coagular la humedad �gnea, que llega al artista muy laboriosamente y con profundidad de industria. Todas estas cosas requieren un largo tiempo, sobre esto tambi�n los fil�sofos exhortan a tener la paciencia de esperar: que el impaciente abandone, pues, la obra, pues toda acci�n o movimiento tiene determinado su tiempo; y el maestro Arnaldo de Vilanova dice en su Rosario: es preciso que nuestra medicina sea acostumbrada el m�ximo tiempo sobre el fuego, como el ni�o que se alimenta; es preciso se�alar que un tiempo m�s largo que �ste estar�a de m�s, pero con todo es m�s que un tiempo breve. Por consiguiente, la medicina no se hace en pocos d�as, ni meses, ni en breve, dado que es necesario mucho tiempo para templarla por el fuego y alimentarla. Esto se dice a causa de las mejores y principales mutaciones de la operaci�n, y de una labor muy larga, como se ve en la naturaleza del mercurio, por la exhalaci�n de las partes m�s sutiles y por la conservaci�n del h�medo de las partes m�s groseras que se culmina por una sublimaci�n reiterada hasta que sea hecho el grande y perfecto elixir. Ved que nuestro mercurio es de una sustancia viscosa y desligada, como lo demuestra la experiencia cuando se le bate con la imbibici�n y mixtura en las cuales demuestra su viscosidad, a causa de la gran adherencia que hace en sus partes y por el aspecto de su peso se constata su densidad, y a causa de su fuerte composici�n no se puede hacer m�s que por un largo espacio de tiempo y con una gran industria. Lo que tambi�n ha ense�ado la experiencia, y esta misma causa de congelaci�n o espesamiento de la luna, es que se perfecciona por sublimaciones reiteradas; con la dificultad de manipularlo ha parecido bueno rese�ar esto, dado que �l se encuentra con igual naturaleza de cuerpo, mientras que, por cocciones, todos los cuerpos toman origen de aqu�l y puede ser extra�do de todos los cuerpos por una cierta reincrudaci�n. Por tanto puede verse que las mutaciones de esta labor son muy largas y tambi�n de una gran dificultad que hay al sublimarlo, haciendo un gran fuego; y aunque los fil�sofos dividen su magisterio en muchas operaciones, seg�n el grado de las formas y sus diversidades, nunca hay m�s que una en la formaci�n del huevo; pero en la reiteraci�n de su acci�n se hace siempre la diversidad en el movimiento y en los colores de m�s tard�a separaci�n y de fortificaci�n de fuego, y tal diversidad en la obra hace diversas operaciones, aunque en verdad no hay m�s que una sola manera de hacer, como dice expresamente el fil�sofo en su libro, donde explica la figura de la caza del le�n, que coincide con la intenci�n de Morien, diciendo que: el magisterio no es m�s que una extracci�n de agua de la tierra, y una mezcla e agua sobre la tierra, hasta que la tierra se corrompa y se limpie, a fin de que luego ella se disuelva y se haga enteramente espiritual con el esp�ritu, y entonces, eso se llama huevo y mercurio de los fil�sofos. Y a�ade Morien: Despu�s de que sea limpiada por la ayuda de Dios, todo el magisterio estar� hecho. El quiere decir que el cuerpo se disuelve en esp�ritu y es esta soluci�n que hab�is aligerado aqu� arriba, lo que se hace incontinente tras su entera depuraci�n de toda cosa corrompedora. Pero tal depuraci�n no se hace m�s que por la virtud de putrefacci�n, que es un gran calor de esp�ritu que corrompe al cuerpo con una extra�a complexi�n de cuerpo, y la corrompe penetrando hasta lo m�s profundo de �sta, sin que jam�s el calor del esp�ritu y del cuerpo puedan ser separados. Y as�, por tal putrefacci�n y elixaci�n, el cuerpo se reduce en la complexi�n del mercurio, que es diferente de aquella del cuerpo. Y para que entend�is la naturaleza del corrompiente y putrificante es preciso se�alar que necesariamente hace falta que lo que est� en el mercurio disolvente y putrificante, sobrepase en fuerza la calor de la obra en la complexi�n de este cuerpo, y en cuanto al calor, que es la complexi�n del cuerpo mismo, por lo que le es de complexi�n extra�a, corrompe su complexi�n y la convierte en huevo, es decir, en mercurio c�lido y h�medo, como vencedor, pues lo que al principio era seco y fijo se ha hecho espiritual y vol�til, y lo que al principio estaba en forma de metal, es ahora una forma de mercurio. Pero tal mercurio no se encuentra jam�s sobre la tierra, sino aqu�l que est� en el cuerpo perfecto, del que es extra�do por putrefacci�n, por el calor de la complexi�n extra�a, como aparece por la definici�n dada por los autores famosos. La putrefacci�n es la corrupci�n de la propia humedad que est� en el mercurio, que est� en el cuerpo por calor extra�o. Pero es bueno que el mercurio putrifique y no resuelva ni consuma la humedad del metal, sino que, permaneciendo en aqu�l, la corrompa por cualidades naturales disponi�ndola a ello, por las cuales sea hecho un metal contrario; cambia entonces la complexi�n que conviene al metal en aquella que de ning�n modo podr�a hacer, mientras que la humedad del metal, informada por el calor natural permanecer� en �l. Pero es necesario que primeramente el calor del esp�ritu, con su cola como de escorpi�n, corrompa, picando el calor natural del propio cuerpo, porque el portador del calor, o del azufre, es el esp�ritu, es decir, el mercurio, teniendo como ligado al azufre con aqu�l por la complexi�n del cuerpo. He aqu� por qu� es necesario que nuestro mercurio corrompa en primer lugar la complexi�n de �ste, para demostraci�n de las cuales, a causa de mi muy querido Juan, el portador de los presentes de esta muy oculta ciencia o arte, os volver� a servir, en tanto me sea posible, de los secretos m�s amplios, estimando que vos ser�is siempre observador de los secretos, ocult�ndolos bajo las heces del estercolero. Digo pues, que en todas las putrefacciones hay calor extra�o corrompiendo el propio calor natural. Yo digo que este calor natural es propio a todos los metales, por el cual reciben su congelaci�n seg�n su especie, y que se encuentra en su complexi�n en forma de metal. Pero el calor extra�o se llama este azufre, que est� complexionado y llevado a la complexi�n de nuestro estercolero corrompedor y putrificante, que es interpretado mercurio c�lido y h�medo de estercolero, del cual a�n siendo su complexi�n natural y propia, es siempre extra�a de la del sol o de la luna, aunque se pueda conducir a una complexi�n igual a la del elixir del sol o de la luna, tanto por las levaduras como por calor extra�o dominando sobre su complexi�n, porque nuestro calor de estercolero y del mercurio abunda en humedad. Pero la complexi�n del sol y de la luna, habiendo igualado al estercolero en fijeza, es el por qu�, despu�s que el calor del estercolero sea unido con aquel del sol o de la luna, comienza a obrar sobre �ste con su humedad, corrompiendo el calor natural del sol o de la luna, y en consecuencia, toda su complexi�n por su mayor calor es coagulada primeramente en forma de azufre, enteramente dentro de la especie del sol o de la luna, en una muy l�quida sustancia de mercurio, transmutando lo que toca, como se ha dicho, si las fuerzas del estercolero son m�s fuertes que las del sol y la luna. Pero no se llega a que el sol o la luna se corrompan mientras �l permanezca informado por el calor natural, por eso es preciso que el calor del azufre de estercolero sea m�s poderoso obrando y corrompiendo la humedad licuefactora natural del sol o de la luna; pero en ning�n caso corromper� al otro si no lo excita, aunque sea del mismo g�nero h�medo y c�lido, como el aire y el fuego, o bien del todo contrario, como c�lido y fr�o, agua y fuego. Esta es tambi�n la causa por la que todas las cosas est�n en un cierto movimiento corrompi�ndose, porque las cosas naturales tienen contrariedad, y algunas sobrepasan esta contrariedad, y otras, del todo opuestas, en tanto que sobrepasen en virtud, act�an continuamente en ella. Y esta similitud es causa de que, com�nmente, la vida de los animales sea breve en su duraci�n y tendente siempre a la corrupci�n. Este es el por qu� las cosas animadas no tienen la facultad de permanecer y vivir por siempre, lo cual es debido al calor del azufre del sol o de la luna, que siendo sobrepasado toma contrariedad del calor de azufre de estercolero, y de ah� que la sustancia se pudra y corrompa, convirti�ndose en la misma naturaleza del estercolero, como en la corrupci�n natural. Entonces nuestro estercolero cambia la complexi�n del metal en la de un huevo, y en mercurio l�quido, teniendo las cualidades dispuestas para convertirse en sol o luna, lo cual no se har�a jam�s si no fuese primeramente disuelto por el calor h�medo complexionado. Disolvedle pues, envolvi�ndole con naturaleza y calor de estercolero, y el mercurio que los fil�sofos han llamado estercolero en sus secretos, para que su humedad natural, en raz�n de su grasa, se conserve m�s largamente por putrefacci�n en calor propio, porque ella engendra en el metal corrompido, en el que tal humedad permanece largamente, y puesto que se conserva m�s largamente se deseca m�s dif�cilmente, separ�ndose m�s tarde de la sustancia disuelta, lo que puede verse en su fusi�n, porque ella es radical a los metales de g�nero h�medo, como los estercoleros a las otras cosas, seg�n la naturaleza, como se ve aqu�, porque le est� conjuntada hasta la ra�z y tiene admirables operaciones, en verdad, infinitas, que los fil�sofos han encubierto bajo el esti�rcol de caballo y de cosas abyectas, as� como de sales, alumbres y de cosas aguadas, pero sea cual sea, yo digo de sus g�neros, que la tierra y el agua pertenecen en gran manera la n�mero de las cosas materiales pasivas, y aqu�llas dos son fr�as, y yo digo que el fr�o no puede coagular o engrasar, sino ayudar a estrechar las partes de la materia, pero no introduciendo la forma sustancial, como hace el c�lido complexional. Por ello es posible introducirle un calor extra�o, como ocurre con el agua de levadura que es esencialmente fr�a, pero c�lida al tacto; de modo parecido el agua colada por las cenizas es c�lida, porque tiene el calor que opera en ella por las cenizas, porque est� en las cenizas como en las otras cosas inflamadas, en las cuales el fuego ha operado largo tiempo, o por calor hay m�s o menos calidez seg�n la diversidad de la operaci�n del calor en aqu�lla, a causa de que tambi�n el sol y la luna y el mercurio se engendran en lugares corruptivos, porque el calor natural de la evaporaci�n que all� hay hace tomar cuerpo al h�medo que le exhala. Entended de igual manera lo que yo he dicho de nuestro magisterio y de los secretos de la naturaleza, siempre el conocimiento de lo que no pertenece m�s que a los fil�sofos, o a esos que la filosof�a sirve de dulce madre, porque ella solamente revela sus secretos a sus ni�os. Adem�s, dec�s en vuestra carta y en vuestras preguntas si podr�ais llegar a la perfecci�n por �l solo, lo que es preciso entender del susodicho y no del otro, porque estando enteramente preparado causa perfecci�n, pues los fil�sofos dicen que si por �l solo, y que mezclando el cuerpo por �l, el mercurio debe ser desnudado de toda sulfureidad de la que est� hecho o compuesto hasta que en �l s�lo permanezca la sustancia pura y simple, y es llamada simple porque en ella no hay m�s azufre que la corrompa, del cual primeramente ten�a en su composici�n, pero a pesar de estar all� no estaba sin embargo en su proporci�n, por lo cual ha sido llamado separado por el arte de un tal azufre, para ser hecho puro mercurio sin ninguna composici�n extra�a. Y el mercurio, a causa de su simple calor de fijeza homog�nea, se funde sobre un simple fuego, extenu�ndose a s� mismo sin ninguna aducci�n con la soluci�n precedente, porque tal mercurio es en parte vol�til y en parte fijo, lo cual se ve en que no se puede sublimar m�s que por un gran fuego: algunas veces en mercurio l�quido, que es bueno; algunas veces en un cuerpo resplandeciente y coagulado, que es todav�a mejor; algunas veces en un polvo blanco que es muy bueno seg�n sea m�s h�medo o m�s seco, lo cual ocurre en �l seg�n las diversas pasiones del calor seco complexional. Y en esto se equivocan los que estiman que esto solamente es mercurio crudo acab�ndose sin cuerpo alguno, y tambi�n aquellos que piensan que est� todav�a en el cuerpo; �stos no han alcanzado todav�a la perfecta intenci�n, aunque tengan entrada a ella, cuya propiedad es retirarse del fuego con toda su sustancia, o con todo el fijo que le queda, siendo el todo, entonces, hecho homog�neo e inseparable, del mismo modo que no se puede separar el agua mezclada con agua. Cuando vos dec�s por Geber: es preciso fijar la parte m�s pura y dejar el resto, cre�is que la mitad del agua se fermentar�; es necesario que prontamente tengamos la naturaleza de los fil�sofos si dese�is entender sus palabras, siguiendo la posibilidad de la naturaleza. Geber declara, como los otros, las sustancias de las perfecciones, entendiendo por t�rminos de la perfecci�n las sustancias llegadas a t�rmino, y cuando dicen que su efecto es fijar alguna cosa y dejar el resto, lo entienden de la materia que llega al t�rmino de su pureza, por lo que la soluci�n del cuerpo se hace para formar el huevo, y cuando el cuerpo est� disuelto y sublimado el esp�ritu por la primera sublimaci�n de toda sublimaci�n, o elevaci�n del cuerpo que se realiza por el fuego; entonces no es a�n un huevo formado, porque est� muy l�quido, pero hace falta separar de aqu�l alg�n humor por reiterada sublimaci�n sin heces, a fin de que lo que es m�s radical en aqu�l, s�lo por sublimaci�n, se transforme en polvo blanco sublimado, y lo que hay de m�s h�medo, primeramente sea sublimado y guardado por lo que es la licuefacci�n, en la cual el sudor le es dado del mismo modo en que ella entra para te�ir, no es un huevo, sino que es esta materia filosofal disolviendo en agua: ciertamente no es el huevo formado, en tanto que los fil�sofos no tienen en cuenta las aguas adherentes a lo que toca, sino aquellas que van por la superficie teniendo con ellas terrestre inseparablemente mezclado y no humectando nada, como el mercurio hecho del huevo. Esta materia, pues, no quiere que nada m�s le sea a�adido sino lo que es de ella, pues tiene todo aquello de lo que tiene necesidad. Y nosotros no vemos la inceraci�n de esta humedad que la tierra se funda a causa de la fuerte uni�n que ha merecido en la obra de la mixtura de naturaleza. Y la manera de unirlas se realiza acomodando las cualidades por la acci�n y pasi�n mutua de �stas y uni�ndolas lo suficiente por las menores partes. FIN |