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Alchemical material in Spanish

These translations of various alchemical pieces into Spanish have been donated by Santiago Jubany, who publishes various alchemical and related books under the name Ediciones Indigo.
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CIENCIA ESCRITA DE TODO EL ARTE HERM�TICO
Que no ha sido extra�da de los libros de otro, sino que ha
sido justificada y probada por experiencia propia;
puesta a la luz, por un fil�sofo reconocido
como tal, para honor y gloria de los
hijos del Arte, en los Idus
de Septiembre
del a�o
1720

I
La alquimia es un estudio que imita a la naturaleza y va mucho m�s lejos que esa sirviente de la divinidad

II
No es la lectura de los libros de filosof�a lo que constituye la filosof�a, antes bien es la pr�ctica, precedida por los descubrimientos de un amigo fiel que nos demuestra el arte.

III
Nuestro arte es f�cil y dif�cil, muy precioso y vil, seg�n el sujeto que a �l se aplica y se aficiona.

IV
Es f�cil en tanto y cuanto se conduce conforme a la v�a de la simple naturaleza.

V
Pero es dificil en tanto y cuanto nos descubre todos los misterios de esa sabio obrera, haci�ndonos confidentes de sus resortes ocultos.

VI
Es muy precioso en relaci�n a aquellos que buscan nuestro arte en las cosas caras y preciosas.

VII
Es vil en tanto saca su origen de una cosa que, si bien no es vil, cuanto menos es muy com�n.

VIII
La materia de los fil�sofos es �nica en esencia y en n�mero, y no depende de muchos sujetos.

IX
No es en el reino astral donde conviene buscar nuestra materia, aunque ella contenga toda la virtud de los astros.

X
Tampoco es entre los elementos, aunque ella los tenga concentrados en s� misma.

XI
Ni mucho menos nos la puede proporcionar el reino animal, aunque ella est� dotada de una alma muy noble.

XII
El reino vegetal no nos puede proporcionar nuestra materia, aunque en ella exista un esp�ritu vegetal y una virtud mucho m�s multiplicativa que la de los vegetales.

XIII
Est�, en fin, en la �ltima familia de la naturaleza, quiero decir: en el reino mineral, donde es preciso descubrirla, aunque no sea ni oro, ni plata, ni mercurio vivo, ni ning�n otro de los otros metales y minerales, mayores o menores, a excepci�n hecha de eso que los fil�sofos llaman su Electro Mineral inmaduro, o la Magnesia Filos�fica, a la que llaman su Saturno, que en modo alguno es el (Saturno) com�n y que es incomprensible al ordinario sentido de los qu�micos vulgares.

XIV
La materia de los fil�sofos ha de estar cruda, es decir, no ha de haber pasado jam�s por el fuego.

XV
Nuestra magnesia es la verdadera y �nica materia de la piedra filosofal, en nuestra v�a universal, que es h�meda y seca.

XVI
La disoluci�n de nuestra materia es, o violenta, o suave, o benigna.

XVII
El fuego de los fil�sofos, siendo como es el mayor, es tambi�n el primero entre sus secretos (ya que es el �nico conocimiento que distingue al fil�sofo de los sofistas), es triple: el natural, el sobrenatural y el elemental.

XVIII
El fuego natural es el que hace el azufre de oro de la magnesia.

XIX
El fuego sobrenatural es el menstruo disolvente de los fil�sofos, que no es corrosivo. Es un fuego no �gneo, una agua no acuosa, un esp�ritu corporal y un cuerpo espiritual, en una palabra, un fuego fr�o, cuyo calor lo lleva, sin embargo, sobre el natural y el artificial. Solamente este calor puede disolver radicalmente al oro sin corrosi�n alguna, hacerlo fusible y potable, que es, entre todas las medicinas y entre todos los remedios, el mejor y el m�s eficaz.

XX
El fuego elemental es la clave del nataural y del sobrenatural.

XXI
El fuego natural es la madre del mercurio de los fil�sofos; el natural es su padre y el elemental es su nodriza y gobernante.

XXII
El mercurio de los fil�sofos es simple, o doble, o triple.

XXIII
El simple es la fuente agria de los fil�sofos, o su Vinagre Filos�fico, que es el primer fundamento y el �nico principio de la piedra, �l es quien extrae los azufres de los metales, resolviendo y volatilizando sus sales.

XXIV
El doble, que es la tierra foliada filos�fica, es un perfume y un Oxicrates muy dulce, una agua que no moja las manos; es, en fin, aquello que los fil�sofos llaman su Azoth.

XXV
El mercurio triple es la primera materia de los fil�sofos, que contiene sus tres principios, a saber: la sal, el azufre y mercurio filos�ficos, unidos inseparablemente por el ligamen de la conjunci�n. Ese mercurio es, finalmente, quien se sella herm�ticamente a s� mismo y esa agua mezclada de fuego.

XXVI
Tenemos cinco disoluciones de nuestra materia:
1�. De la materia cruda para extraer de ella el fuego de los fil�sofos.
2�. Con objeto de que ese fuego secreto, despu�s de haber sido extra�do, haga aparecer el Fuego Vitri�lico no com�n, sino filos�fico, que se llama Plomo de los fil�sofos.
3�. Que ese fuego vitriolico pase por la putrefacci�n en el caos de los fil�sofos.
4�. Del oro filos�fico, por el propio im�n mercurial.
5�. De la tierra filos�fica, a fin de formar de ella el mercurio doble.

XXVII
Aparecen dos putrefacciones: la de nuestro Vitriolo y la de la Tierra Ad�mica, llamada as� por los Fil�sofos, a fin de preparar con ella la tierra foliada, o mercurio doble.

XXVIII
Los Fil�sofos no tienen m�s que un Iman y dos aceros.

XXIX
El mercurio simple de los fil�sofos es el iman de su azufre.
Por medio de �l extraemos el oro de los fil�sofos que es mucho m�s precioso que el oro vulgar. Tambi�n es el Iman de la sal filos�fica; es con �l que lavamos la tierra filos�fica y la hacemos vol�til, con objeto de que se junten exactamente y compongan lo que se llama mercurio doble.

XXX
Uno y otro aceros, tanto el sulfuroso como el salino, se han de hacer cocer once veces con el iman mercurial, a fin de que adquieran por medio de esta cohobaci�n reiterada, una naturaleza regenerada muy noble.

XXXI
La volatilizaci�n de la tierra filosofica por medio del esp�ritu del mercurio ( a fin de que sea engendrada la sal de los metales, que es la piedra misma) reclama un artista ingenioso, asiduo y paciente.

XXXII
El gran misterio consiste en saber volatilizar la tierra filos�fica: sin esa volatilizaci�n los restantes trabajos son inutiles y vanos. Los fil�sofos han sido muy reservados en este punto. Ram�n Llull, Basilio Valent�n, Teofrasto, Paracelso, Geber, Arnau de Vilanova, Melchor, Michel Sendivogius, el conde Trevisano, Morien y otros muchos han sido muy secretos y muy oscuros y no han descrito el procedimiento m�s que con diversos jerogl�ficos, hablando de �l con terminos muy variados. Con respecto a la diversidad de fen�menos que aparecen en esta elaboraci�n, unos le han dado el nombre de, Nitro virgen extra�do de la tierra ad�mica; otros lo han llamado, D�as grandes de Salom�n; a veces, Campos de Marte; adem�s, Verdor bendito de Venus; en otras ocasiones, Cosecha de hojas y frutos; ocasionalmente, Aceite de talco de los Fil�sofos; m�s tarde, Mercurio amalgamado; otras, Masa de perlas listas para coagularse, Masa Estigiana, Mar Glacial; a veces, Luna pre�ada de Mercurio; y en otras, Diamante filos�fico, Tierra foliada, T�rtaro de los Fil�sofos, Man�, Drag�n que devora su propia cola. No terminar�amos nunca de citarlos.

XXIII
La tierra foliada de los fil�sofos se compone con su propio oro l�quido, seg�n el peso de la naturaleza: para entonces ella es primera materia a la cual, si se le proporciona el Fuego graduo filos�fico (que los fil�sofos llaman Aceite de Saturno, o Sello de Hermes) esa tierra ser� conducida al elixir blanco y rojo; se ti�e y se perfecciona por sus propios elementos, que son el aire y el fuego y se multiplica al infinito.

XXIV
No hay v�a particular que no sea emanada de la fuente universal. No hay que dar cr�dito, pues, a las f�bulas de los sofistas de los tiempos presentes que saben arrancar el dinero de las gentes demasiado cr�dulas, enga��ndolos con la esperanza de una futura ganancia que no llegar� jam�s.

XXV
Los particulares reales se hacen con el simple esp�ritu del mercurio de los fil�sofos, que es solar y lunar, como la piedra de fuego de Basilio Valent�n, el aumento del oro y de la plata, el cobre conducido hasta los grados de la perfecci�n. La transmutaci�n del oro y de la plata en una tintura tingente. La maduraci�n del mercurio vivo en plata y en oro, y otros muchos.

XXVI
El doble mercurio de los fil�sofos nos proporciona el aceite de talco, llamado por algunos su Gut. Conserva la flor de la juventud hasta la m�s avanzada vejez. Puede disolver muchas perlas peque�as para hacer otras m�s grandes, m�s hermosas, y con mucho, en calidad y en belleza, que las naturales.

XXVII
La tintura perfecta, adem�s de la transmutaci�n de los metales, multiplicada al infinito, restablece y fortifica la salud, hace fecundas a las mujeres est�riles, transmuta los cristales en piedras preciosas y diamantes, exubera a estos �ltimos en carbunclos y hace maleable al vidrio.

XXVIII
En una palabra, los misterios de la piedra son tan grandes que a duras penas puede la raz�n humana concebirlos.

XXIX
Es as�, como dice Hermes, que Dios cre� el mundo.

XXX
La piedra contiene en ella, finalmente, los secretos, las riquezas, los milagros y las fuerzas de los tres reinos.
El todo proviene de una s�la cosa.
Por muy celebre medico o qu�mico que seas, resu�lveme, si puedes y si te place, este Silogismo; si no y si me das ocasi�n, estoy preparado para resolv�rtelo demostrativamente.

No dudo, se�or, de que este programa arrojar� a todos los lectores a las experiencias con los minerales, dado que designa ese Electro Mineral inmaduro, como materia de la piedra.
Voy a explicaros lo que los fil�sofos entienden por su Electro Mineral. Nuestra materia, dicen todos, se encuentra sobre el mar y sobre la tierra y dicen verdad, pero en otro lugar advierten que no puede ser encontrado en ning�n lugar del mundo, y no nos enga�an.
Por los minerales se entiende cualquier tipo de sales; es esa sal filos�fica de la que habla Filaleteo a la que llama primer ser de todas las sales, a la que es preciso hacerla tal, es decir, componerla por medio de un iman atractivo de las virtudes celestes que es el Electro Mineral, apareciendo bajo la forma de un "fray de ranas" (fray de greno�illes). No se han equivocado pues de excluir todos los metales y todos los minerales dado que mineral est� formado por el artista de una cosa extraida a partir de una minera, que no es nada menos que las minas ordinarias y esta cosa es el iman de las virtudes celestes; tambi�n exclaman: Nuestra materia tiene sus propias mineras.
Lo que tambi�n ha enga�ado a una infinidad de artistas que han trabajado infructuosamente sobre la verdadera materia, es que han tomado el sello de Hermes por un vaso lutado, ya sea con la l�mpara de esmaltar o m�s exactamente, taponado con un luten; pero yo creo que es necesario que nuestra materia se haga por s� misma un luten, es decir, que el gusano de seda se encierre por si mismo en su capullo (Buch�re, Amy-Sage, Flamel). Adem�s creo que alguno de los fuegos de los qu�micos no debe intervenir en la obra, en consecuencia, como atestiguan los fil�sofos, excluyo todos los fuegos de hornos a viento, de retorta, de reverbero, de l�mpara, de vientre de caballo y me limitar� a su fuego secreto.
Pero �cual es ese fuego secreto? He aqu� la piedra de tropiezo. La materia de la piedra y el fuego secreto han hecho tropezar a una gran cantidad de habilidosos: no ha sido acordado a todos los hombres el poder penetrar en los misterios m�s sublimes de la naturaleza, entre los que la piedra filosofal ocupa el primer rango.
He leido a todos los autores que tratan de este gran arte, sin poderlos profundizar enteramente. He consultado a quienes que ten�an mayor reputaci�n sobre estas materias; no he negligido los manuscritos y confieso que todos los conocimientos que he podido sacar de ellos a�n son muy imperfectos.
Me pongo, a pesar de todos mis desvelos, en el rango m�s bajo entre aquellos que los adeptos llaman profanos. Incluso tengo la temeridad de pensar que muchos autores que tienen la reputaci�n de haber operado la gran obra, no la han adquirido m�s que escribiendo oscuramente y copiando los pasajes de los verdaderos fil�sofos, en la interpretaci�n de los cuales hab�an hecho vanos esfuerzos.
No es que niegue la posibilidad de la gran obra, por el contrario, estoy convencido de ella. No fuera posible que tantos grandes hombres, que han compuesto tan vastos tratados hayan podido consagrar el m�s serio estudio de su vida a una quimera, o si hubieran sido arrastrados por una ciega credulidad no leer�amos entre ellos, que hicieron los m�s aut�nticos sermones, el tomar por testigos a las cosas m�s respetables y m�s sagradas de la verdad que os quieren anunciar.
Reconozco que muchas gentes han sido seducidos por la impostura; convengo que una infinidad de desdichados han tomado impunemente el nombre de fil�sofos. Seguro es que esos mismos han tenido una buena baza para imponerse a la mayor parte de los hombres en lo que concierne a la transmutaci�n met�lica Todos los qu�micos vulgares con un poco de experiencia saben, sin ning�n g�nero de dudas que desulfurando con corrosivos los dos metales perfectos y arrojando ese azufre sobre una parecida cantidad o peso de mercurio, o metales imperfectos, la transmutaci�n se opera al instante. Sin embargo, la mayor parte de los hombres clama milagro ante experiencias parecidas: las bolsas se abren y el fraudulento alquimista se aprovecha de su simplicidad.
La piedra de los fil�sofos es de otra naturaleza bien distinta: transmuta los metales sin necesidad de tomar prestados los azufres de los otros metales perfectos y es la soberana medicina para curar los mixtos de los tres reinos.
El fragmento que os acabo de dar es suficiente para dar una idea justa del arte, no menos que para hacer ver aquello que miles de vol�menes han escrito sin orden alguno; en una palabra, una especie de tesis que un se�or aleman pretende sostener ante la faz del universo.
Se entrega para el partidario del torneo (tenant du tournoi) y parece invitar a la disputa sobre esta materia a los sabios, a la manera de Alemania, donde se sostienen tesis p�blicas sobre esta ciencia.
Esta peque�a obra ha sido escrita en lat�n, pero deber�a ser traducida a todos los tipos de lenguas para bien y comodidad de los hijos del arte que no est�n letrados.

FINAL