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Alchemical material in SpanishThese translations of various alchemical pieces into Spanish have been donated by Santiago Jubany, who publishes various alchemical and related books under the name Ediciones Indigo.Back to alchemical texts in Spanish . Back to reference library . TRATADO DE TOM�S DE AQUINO EN EL ARTE DE ALQUIMIA DADO A SU COMPA�ERO FRAY REGINALDO Vencido de tus continuos ruegos, hermano querid�simo, te propongo describir en ocho cap�tulos, de las partes que contiene, un breve tratado de nuestro arte, con ciertas reglas, leves operaciones eficaces y tinturas muy verdaderas contenidas en �l, y qui�rote rogar tres cosas: Lo primero, que no cuides mucho de las palabras de los modernos fil�sofos y de los antiguos que hablan en esta ciencia, porque el arte de la alquimia tiene su asiento y fundamento en la capacidad del entendimiento y en la demostraci�n de la experiencia. Los fil�sofos, pues, queriendo encubrir la verdad de la ciencia, hablaron casi todas las cosas en lenguaje figurado. Lo segundo: que no quieras apreciar multitud de cosas, ni las composiciones de diversas especies, porque la naturaleza nunca produce sino su semejante: porque as� como del caballo y la pollina se engendra el mulo con producci�n imperfecta, es como algunos imitadores de la ciencia producen de muchas cosas cierta multiplicidad. Lo tercero, que no seas hablador, ni bachiller, m�s antes bien, pon guarda en tu boca, y as� como hijo de los sabios, no arrojar�s las piedras preciosas a los puercos. Teniendo paz con Dios y teniendo tu fin ordenado en tu obra, siempre la llevaras fijada en tu mente. Cree por cierto, que si tuvieras delante de los ojos las dichas reglas, que me dio Alberto Magno, no tendr�as necesidad de buscar el favor de los Reyes y de los Grandes, sino antes bien, los reyes y los se�ores te dar�an toda honra. Porque todo aqu�l que es reconocido en este arte sirviendo a los reyes y a los Prelados, no s�lo puede ayudar a los antedichos, sino tambien con buen orden a lodos los necesitados, y lo que recibi� de la gracia, jam�s debe darlo a alguno con inter�s. Est�n pues signadas y selladas seguramente en el secreto de tu coraz�n las reglas antedichas. porque en el libro y tratado que escrib� antes de �ste, habl� filos�ficamente para los del vulgo, mas a t�, hijo de gran secreto, escribo m�s claramente, confiado en tu especial cuidado en el hablar. II DE LA OPERACION Porque seg�n Avicena en una ep�stola al Rey Assa: Nosotros buscamos una substancia verdadera y hacerla fija, compuesta de muchas, y que puesta sobre el fuego lo soporte sin quemarse. Que ser� penetrante, generativa, que te�ir� el mercurio y otros cuerpos con una tintura verdaderisima y con el peso debido. La nobleza de esta tintura excede al universo dichoso del mundo. Porque una cosa nuestra hace ser tres cosas. Las tres, dos; las dos, finalmente, son una. Finalmente, as� como conviene que sea una substanciacomo dice Avicena, as� tambi�n conviene tener paciencia, espera e instrumentos. Paciencia, porque seg�n Pedro, la presura y el arrebatamiento vienen del Diablo. Por eso quien no tiene paciencia aparte su mano de la operaclon. La espera tambien es necesaria para toda acci�n natural, que sigue nuestro arte, ya que tiene su modo y tiempo determinado. Los instrumentos, pues, tambi�n son necesarios, empero no muchos como parecer� en lo siguiente, porque nuestra obra se perfecciona en una cosa, con un vaso, en una operaci�n seg�n Hermes y por un camino. Esta medicina, ciertamente, aunque es agregada de muchas cosas, con todo eso, es una sola materia que no necesita de alguna otra haza�a, si no es del fermento blanco o rubio, por lo cual es pura, natural, nunca puesta en alguna otra obra, y de la cual, en el r�gimen de la obra, aparecer�n diversos colores seg�n los tiempos. Tambi�n conviene en los primeros d�as levantarse de ma�ana y ver si la vi�a floreci�. En los siguientes d�as se ver� el corvino transmutado en la soledad del ciego, y multiplicados colores, en todos los cuales se ha de esperar el color blanco, llegado el cual esperemos sin error alguno a Nuestro Rey, elixir o polvo simple sin tacto, piedra que tiene tantos nombres cuantas son las cosas en el mundo. Mas para explicarme en breve nuestra materia o magnesia es nuestro argento �nico mineral, la orina de los muchachos de doce a�os debidamente preparada, que viene luego de la vena y nunca fue en ninguna obra grande que escrib� para los vulgares; nuestra tierra de Espa�a, o antimonio. Con todo eso, no notes aqu� el argento vivo com�n, del que usan algunos multiplicadores y sofistas, del cual si algo se hace se llama solamente multiplicaci�n, y con todo eso ti�e un poco respecto del Magisterio. Aunque causara largos gastos y si agradare trabajar con �l, en �l hallar�s la verdad, mas requiere larga digesti�n. Sigue pues al Santo Alberto Magno, mi Maestro, y trabaja con argento vivo mineral y el mismo es de nuestra obra perfectivo por la combusti�n, salvificativo y efecto por la fusi�n, porque cuando se fija es tintura de blancura o de rubio, de una compostura abundant�sima, de un esplendor resplandeciente y no se aparta de lo mezclado, porque es amigable a los metales y un medio de juntar las tinturas, porque se mezcla con ellos entrando en lo profundo y penetrando naturalmente, porque se junta conellos. III DE LA COMPOSICION DEL MERCURIO, Y DE SU PREPARACION Aunque nuestra obra se perfecciona de nuestro solo mercurio, a pesar de eso necesita de fermento rojo o blanco, pues se mezcla m�s f�cilmente con el sol y con la luna, y se hace una sola cosa con �l, siendo as� que estos dos cuerpos participan m�s de su naturaleza, luego son m�s perfectos que los dem�s. La raz�n es porque los cuerpos son de tanta mayor perfecci�n cuanto m�s contienen de Mercurio. El sol, pues, y la luna, teniendo m�s de �l, se conmezclan para la rubio y para lo blanco, se fijan estando en el fuego, porque el mismo mercurio solo es el que perfecciona la obra y en �l hallamos todas las cosas de que necesitamos para la Obra, al cual no se debe juntar cosa extra�a. El Sol y la Luna no son extra�os a �l, porque los mismos se vuelven en su primera naturaleza al principio de la obra, esto es el mercurio, porque de �l tomaron su origen. Algunos, pues, porf�an haciendo la obra con el solo Mercurio o con la magnesia simple, lav�ndola en vinagre fuerte, coci�ndolo en aceite, sublimando, asando, calcinando, destilando la quintaesencia, sacando, con los elementos y otras infinitas martirizaciones, atormentando al mismo Mercurio, y creyendo con sus operaciones que de ellas han de hallar alguna cosa grande. Finalmente muy poco logro hallan. Mas cr�eme, hijo, que todo nuestro Magisterio est� y consiste en s�lo el r�gimen del fuego con la capacidad de la industria. Porque nosotros nada obramos, mas la virtud del fuego bien regido con poco trabajo hace nuestra piedra, y con pocos gastos. Juzga que cuando nuestra piedra fuese una vez suelta en su primera naturaleza, es a saber, en la primera agua, o leche de virgen, o cola del drag�n, entonces la misma piedra ella se calcina, sublima, destila, reduce, lava, congela, y por la virtud del fuego proporcionado, a s� misma se perfecciona en un solo vaso, sin operaci�n manual de otro. Conoce pues hijo, c�mo los Fil�sofos hablaron figuradamente de las operaciones manuales, pues para que est�s seguro de la purgaci�n de nuestro Mercurio, te ense�ar� que con una verdadera operaci�n nuestro mercurio com�n es preparado lev�simamente. Recibe pues, Mercurio mineral o tierra hisp�nica, antimonium nostrum, o tierra negra oculosa, todas las cuales cosas son una misma, no inferiores de su g�nero, el cual no se haya puesto antes en obra alguna, cinco libras y veinte a lo m�s, y haz que pase por un pa�o de lino espeso tres veces. Despu�s haz que pase por el cuero de liebre. Ultimamente haz que pase por un pa�o de lino espeso, y �sta es la verdadera lavadura. Y atiende: si alguna cosa queda en el cuerpo de su grosura, o alg�n espesor de porquer�a. o hediondez. entonces ese mismo mercurio no vale para nuestra obra. Pero si nada aparece, bueno te es. Advierte que con este mercurio, sin a�adirle ninguna cosa, pueden hacerse la una y la otra obra. IV DEL MODO DE AMALGAMAR Puesto que nuestra obra puede completarse a partir de s�lo el Mercurio sin a�adir ning�n producto extra�o, se deduce que se describa muy brevemente el modo de componer la amalgama. Pero en cambio, algunos entienden mal a los fil�sofos porque creen que a partir del solo mercurio, sin ninguna hermana como semejante, se puede terminar la obra. Yo sin embargo, te digo con seguridad, que cuando trabajes con el mercurio, no a�adas nada extra�o a �l, y sepas que el oro, y la plata, no son extra�os al mercurio; m�s a�n, participan de su naturaleza de una manera m�s cercana que cualquier otro cuerpo. Por lo cual, reducidos a su primera naturaleza, se llaman hermanos semejantes al mercurio por su composici�n y por su fijaci�n simult�nea. Si esto lo entiendes con claridad, emanar� leche de la virgen, y si trabajas con el mercurio no a�adi�ndole ninguna cosa extra�a, conseguir�s lo que deseas. V DE LA COMPOSICION DEL SOL Y DEL MERCURIO Recibe del sol com�n depurado, esto es, en el fuego calentado, porque es fermento de la rubedez, dos onzas, y qui�bralas en pedazos peque�os con la tenaza, a�adelo a catorce onzas de mercurio, y haz humear al mercurio en la teja y desata mi sol y mu�velo con una vara de palo, hasta que el sol se desate bien y se mezcle; entonces �chalo todo en agua clara y en una escudilla de vidrio, o de piedra, y lava muchas veces, limpiando y mudando por tanto tiempo, hasta que la negrura toda se aparte del agua. Entonces si quieres advertir, la voz de la tortolilla se oye en nuestra tierra, la cual limpia, haz que la amalgama o composici�n pase por el cuero, bien ligado por arriba, exprimiendo toda la amalgama, sin dos onzas, y quedar�n en el cuero catorce, y aquellas catorce onzas son las cosas aptas para nuestra operaci�n. Atiende que deben ser ni m�s ni menos que dos onzas de toda la materia que queden en el cuero. Si fuesen m�s, dismin�yela. Y estas dos onzas exprimidas, que se llaman leche de la virgen, gu�rdalas para la segunda operaci�n. P�ngase pues la materia desde el cuero en el vidrio, y los vidrios en el hornillo arriba descripto, y encendida debajo una l�mpara, de manera que est� cont�nuamenteardiendo de noche y de d�a, que nunca se apague, y la llama derechamente d� en lo una vez encerrado, con todo eso no toque la olla, y se extienda semejantemente a todas las partes del hornillo, bien negras. Mas si despu�s de un mes o dos quisieses mirar, ver�s flores vivas y colores principales, como negro, blanco, citrino y rubio, entonces, sin alguna operaci�n de tus manos, con el r�gimen del fuego s�lo, lo manifiesto ser� abscondido y lo abscondido se har� manifiesto. Por lo cual nuestra materia a s� misma se lleva al perfecto elixir volvi�ndose en polvo sutil�simo, que se llama tierra muerta, o hombre muerto en el sepulcro, o magnesia �rida, porque el esp�ritu en �l esta ocultado en el sepulcro, y del �nima casi se apart�. Perm�tela pues estar entonces, desde el principio hasta veintis�is semanas, y entonces lo grueso est� hecho gr�cil, lo leve ponderoso, lo �spero suave, y lo dulce amargo, por la conversi�n de las naturalezas, cumplidas ocultamente por virtud del fuego. Cuando vieres pues tus polvos enjugados: et si proban, et expensas desideras tingent. Despu�s ense�ar� una, o dos partes, porque una parte de nuestra obra solamente te�ir� siete de mercurio bien purgado. VI DE LA AMALGAMACION DE LO BLANCO Del mismo modo se procede para lo blanco, esto es, luna, esto es, fermento de la blancura; cuando mezclares con siete partes de Mercurio purgado, en el mismo proceder�s como hiciste el rubio. Porque en toda obra blanca nada entra sino blanco, y en toda obra rubia, nada sino rubio debe entrar: porque de la misma agua nuestra se hace lo rubio y lo blanco, empero a�adiendo distinto fermento, y pasado el tiempo antedicho puede te�ir blanco sobre mercurio, como para rubio hiciste. Empero nota que el argento foliado en esta materia, es m�s �til que el argento en masa, porque tiene en s� mixtura de algunas heces de mercurio y se debe amalgamar con mercurio fr�o y no caliente. De otra suerte grav�simamente yerran algunos obrando esto, disolviendo la amalgama en agua fuerte para purgarla, y si quieren mirar la naturaleza de la composici�n del agua fuerte, la misma por esto se destruye m�s. Algunos tambien quieren obrar con sol o luna mineral, seg�n las reglas de este libro, y yerran diciendo que el sol no tienen humedad y es c�lido de manifiesto, y por eso muy bueno. Antes bien, se saca la quintaesencia con el ingenio sutil del fuego en el vaso de circulaci�n que se llama pel�cano. Mas el sol mineral y la luna tienen en s� mezclada tanta suciedad de hez, que la purificaci�n de ellos, potente al nuestro, no ser�a obra de mujeres y juego de ni�os, mas antes bien trabajos muy fuertes de var�n anciano, desatando, calcinando, insistiendo a otras operaciones del arte grande. VII DE LAS OPERACIONES SEGUNDA Y TERCERA Acabada esta primera obra, procedamos a la segunda pr�ctica. Luego que se hizo el cuerpo de nuestra primera obra con la cola del Drag�n, esto es, la leche de la virgen, a�adidas siete partes de mercurio nuevo sobre la materia que queda, seg�n el peso de los polvos, Mercurio digo purificado y limpiado, haz pasar por el cuero y ret�n siete partes del todo; lava y ponlo en el vidrio y en el hornillo, como hiciste en la primera obra, controlando por todo el tiempo, o estando cerca hasta que hayas visto hechos los polvos otra vez, los cuales por segunda vez toma o saca, y si quieres ti�e, y estos polvos son mucho mas sutiles quelos primeros, porque est�n m�s digeridos, porque una parte ti�e cuarenta y nueve en elixir. Entonces, procede a la tercera pr�ctica, como hiciste en la primera y segunda operaci�n, y pon sobre el peso de los polvos de la segunda obra, siete partes de mercurio purgado, y pon en el cuerpo, de manera que las siete partes queden en el todo como antes. Y por segunda vez cuece, y haz polvos, los cuales de verdad son polvos sutil�simos, de los cuales una onza ti�e siete veces cuarenta y nueve, que son trescientos cuarenta y tres y esto sobre mercurio. La raz�n es porque cuanto m�s se digiere nuestra medicina, tanto m�s sutil se hace y cuanto m�s sutil fuere, tanto m�s penetrable, y cuanto m�s penetrable tanto m�s profundo ti�e. Por fin, de esto se entienda, que si no tienes argento vivo mineral, seguramente podr�s trabajar con mercurio com�n, porque aunque no valga tanto como �ste, con todo eso da largas expensas. VIII DEL MODO DE OBRAR EN LA MATERIA O MERCURIO M�s cuando quieras te�ir mercurio, toma la teja de plateros de oro, y �ntala un poco por dentro con sebo, y p�nlo en ella, seg�n la proporci�n de la medicina, sobre fuego lent�simo y cuando el Mercurio comenzare a humear, echa dentro de tu medicina encerrada en cera limpia, o en papel, y ten carb�n encendido fuerte y preparado para esto, y pon sobre la boca de la teja. Y da fuerte fuego, y cuando todo se hubiera liquidado, �chalo seg�n las reglas, untada con sebo, y tendr�s sol o luna fin�sima, seg�n la adici�n del fermento. Mas si quieres multiplicar tu medicina en el esti�rcol del caballo. haz esto como boca a boca te ense��, como sabes, lo cual no te escribo porque ser�a pecado revelar este secreto a hombres seglares que buscan esta ciencia mas por vanidad que por el debido fin y honra de Dios, al cual sea la honra y gloria en los siglos de los siglos. Am�n. Mas aquella obra que escrib� para los vulgares con estilo bastante f�sico, vi trabajarla una vez para siempre al Santo Alberto, de Antimonio y de tierra espa�ola a t� conocida. Mas porque es de m�s logro y tiempo, y para no caer en la indebida expensi�n, ojal� te procure el obrar m�s ligero, aquella breve obra que escrib�, en la cual ning�n error hay, con las expensas moderadas, levedad de la obra, brevedad de tiempo, y el fin verdaderamente deseado. De lo cual t� y todos los tuyos percibir�is sin falsedad. No quieras pues, querid�simo, ocuparte con mayor obra, porque por la salud y oficio de la predicaci�n de Cristo, y logrando el tiempo, desees m�s atender a las riquezas espirituales que ansiar por los logros temporales. FIN DEL TRATADO |