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Alchemical material in Spanish

These translations of various alchemical pieces into Spanish have been donated by Santiago Jubany, who publishes various alchemical and related books under the name Ediciones Indigo.
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MAGIA NATURAL

del doctisimo y conocidisimo
filosofo Ramon Llull

Ram�n Llull

Empieza este compendio del Arte M�gica conforme al curso reformado de la naturaleza, por cuya virtud, sin mediar distanciamiento ni extra�amiento de la mente ni del cuerpo, est�s capacitado para observar aquellos esp�ritus que adquieren figura en el aire y que se condensan en forma de monstruos y de diversos animales, y de figuras humanas, que vagan por ac� y por all� alternativamente.
Pues bien, todo ello sucede seg�n los principios naturales, que se basan manifiestamente en las virtudes m�sticas y que emanan de distintos actos naturales, de los cuales surge de manera natural el Arte M�gica. Por ello, si quisieras conocer sus instrumentos, en que se fijan, de que se forman y de donde pueden emanar estos principios, ya que de una ciencia emana una nueva ciencia, aqu� tienes la Magia Natural.
Y es que la presente ciencia posee sus propios instrumentos, entre los que se hallan las virtudes de �ndole natural que a trav�s de su respectiva potencia provocan multitud de hechos admirables, cuando son activadas en sus propios contenidos por medio del Arte natural, sin necesidad de una acci�n en�rgica para iniciar el proceso, que se cataloga de com�n, por raz�n de la naturaleza simple que act�a en los elementos simples y compuestos, si supieras reducir �stos en aquellos.

COMPOSICI�N

Toma un l�quido negro mas negro que el negro y destila de �ste dieciocho partes en un vaso de vidrio, y en la primera destilaci�n separa solo una parte, procediendo a una nueva destilaci�n de la otra, de la que separar�s, pues, una cuarta parte; y destila el l�quido una tercera vez, separando ahora dos partes; y en la cuarta destilaci�n separa casi el total, y as� sucesivamente destila la parte restante, hasta ocho o nueve veces, con que surgir� el elemento perfecto, que no ser� enmendado si no es tras veintid�s destilaciones.
Separa de esta agua una cuarta parte de una libra y acr�cela destil�ndola con vegetales como son el apio silvestre, la cebolla albarrana y otros semejantes de los cuales se habl� anteriormente en el cap�tulo sobre el alma de la transmutaci�n, al inicio. Posteriormente coloca el liquido resultante en un vaso circulatorio junto con lodo especialmente caliente, o con orujo de uva, para la conservaci�n de las especies, tal como posteriormente la pr�ctica demostrar�, o declarar�, pues esta es una de aquellas cosas sin la cual nada se obtiene en el magisterio de este Arte.

AGUA QUE CALCINA
TODOS LOS CUERPOS

Toma simientes de las sustancias capitales: de tierra, esto es, D, cinco onzas y media; y de agua, esto es, C, dos onzas y media, la suma de las cuales ser� un peso equivalente a ocho onzas de libra, y moler�s este compuesto finamente en un molinillo de m�rmol. Tras ello, pondr�s la masa en una vasija de vidrio unida a un alambique, en que destilar�s toda la materia, primero a fuego lento, con las maderas serradas en dos, con dos libras de carb�n bajo o com�n y con un poco de salvado seco.
Enciende, pues, el fuego y repudia todo aquello que en adelante se inflame por si mismo, hasta que la masa se empiece a destilar, y desde este punto mantendr�s el fuego constante hasta el duod�cimo punto, en que avivar�s el fuego con peque�os le�os, para que las llamas se yergan rectas bajo la materia; y as� mant�n el fuego hasta que remita al doceavo o quinceavo punto, o bien en un punto menor.
Y a continuaci�n mantendr�s compacto el fuego, y lo mantendr�s acorde al punto de su destilaci�n, y posteriormente elevar�s de nuevo el fuego hasta un punto mayor, que mantendr�s constante hasta que el alambique pierda su calor y no destile m�s materia. Para entonces, evita que se enfr�e, recoge el agua y gu�rdala en un lugar c�lido y h�medo, guard�ndote de que por ning�n medio pueda estar en contacto con el aire.
Y acu�rdate de tener una compuerta en la parte cer�mica extrema del alambique, en el cuello del recept�culo, para poder extraer, por ella de vez en cuando aquello que no dejara un respiradero al recipiente. Pues a veces tal es el calor all� acumulado, que el recipiente resulta incapaz de soportar aquel calor excesivo. As� pues, cuando convenga, �brela, cuando no, ci�rrala. Ten en cuenta que el agua que recogiste, provinente de materia vil, tiene la facultad de convertir los cuerpos en su respectiva materia original, la cual, unida a la virtud vegetal, da origen a muchas perfecciones, al punto que, tras ser destilada, necesita ser puesta en acci�n, para que su esp�ritu, que es de naturaleza sutil y extra�a, no perezca en el aire, supuesto que es en grado pleno obtenido de la destilaci�n.

DE LA CALCINACI�N NATURAL

Recoge dos partes de Luna per-fectamente purgada por una cabrilla o muy purificada por constante incineraci�n, y haz con ella unas pocas partes, con unas pinzas, y pon la mitad de �stas en un vaso de disoluci�n o licuaci�n, y c�brela con tres lociones de agua calcinadora; y la otra mitad en otro vaso de disoluci�n, cubri�ndola con tres lociones de agua calcinadora. Cierra perfectamente los vasos con sus tapones, y sella sus junturas con harina y clara de huevo, poniendo a continuaci�n ambos vasos al ba�o durante tres d�as naturales.

DE LA SEPARACI�N DE LA CAL
Y DEL AGUA CALCINADORA

Una vez tengas los metales calcinados en ambos vasos de disoluci�n, separa de �stos el agua, col�ndola con sumo cuidado, para que la tierra no pueda de ning�n modo ascender ni enturbiar el agua. Pon a continuaci�n el agua aparte, bien tapada en su propio vaso, y recupera la tierra de la propia Luna calcinada con un poquito de su humor, y ponla sobre cenizas ardientes, con el alambique y el recipiente, a un fuego activo por un espacio de doce horas.
Destila el licor, y ten cuidado con el fuego ardiente, pues bajo el calor abrasante del Sol de vez en cuando se produce �sta separaci�n, por lo que deja que el fuego remita por si mismo, con lo que tendr�s Luna calcinada de manera �ptima.

DEL FUEGO CONTRA
LA NATURALEZA

Pon dos medidas de agua vegetal aguada en una botella de cuello largo, en el cual habr�s puesto seis medidas de agua calcinada, y cubre la botella r�pidamente con su tap�n, y s�llala con cera, y col�cala o som�tela a un ba�o de dos d�as naturales, espacio de tiempo tras el cual la totalidad del vegetal se habr� convertido en agua clara, tras lo cual podr�s retirar la disoluci�n.

DE LA OCULTACI�N POR LOS FIL�SOFOS
DE LA DISOLUCI�N DE LA LUNA

Tendr�s fuego vegetal disolvente en agua calcinadora. Y a�adir�s sal a ocho medidas de agua, esto es, cuatro onzas, y dos medidas de cal de Luna, esto es una onza, y lo pondr�s todo en un vaso de disoluci�n con una cubierta propia de cobre, cuid�ndote de que lo que en �l introduzcas no sea expuesto a calor alguno sino al que le proporcione su propia naturaleza; y cuando est� reposada la sustancia sella perfectamente la juntura y pon aqu�lla al ba�o durante tres d�as naturales, tras los cuales colar�s el agua y destilar�s el humor y calcinar�s la tierra tal como ante-riormente hab�as hecho, repitiendo la acci�n hasta que toda la sustancia est� disuelta en forma de licor. Pon aparte esta sustancia, tambi�n el licor disuelto por obra de tu Arte, pues �sta es la sustancia del cuerpo depurada por obra del Arte.

DE LA CONGELACI�N DE LOS
LICORES DE LA LUNA

Despu�s de que la Luna sea disuelta en licor en su recipiente, pon entonces dicho licor en un vaso de doble circulaci�n, dividiendo el licor en dos porciones iguales. Y pon en otro vaso cinco medidas del susodicho licor de Luna, y pon encima, en cualquier otro vaso, siete medidas de agua b�sica de vida, manipulada, y pon todo en un horno de dos brazos, donde un fuego templado pueda transmitirles su calor.
Coloca all� tus vasos, y �nelos a las ca�as del alambique y col�cales alrededor esponjas espesas que siempre tendr�s humedecidas con agua fr�a. Y cuando penetren en las cuc�rbitas, aquellas medidas se contraer�n, y cuando noten el calor las botellas, ver�s como de inmediato el fermento asciende con el agua, destil�ndose de un vaso al otro alternativamente, y en cuanto ascienda en un vaso, en tanto se destilar� y penetrar� en el otro. As� ver�s a qu� proporci�n calor�fica el esp�ritu resulta purificado y a cual condensado por el fermento. Cuanto m�s bajo es el fuego que produce tal destilaci�n, tan menor es la purificaci�n del esp�ritu y tanto m�s engorda continuamente el fermento. Sigue, pues, este m�todo, hasta que no m�s sustancia veas ascender, se fije con el fermento y se convierta en piedra, lo cual suceder� al cabo de nueve o diez d�as.

DEL ELIXIR DE AGUA EN ACEITE

Extrae al mismo tiempo ambos vasos, cuando la materia est� ya congelada, y col�cala en un horno o en el ba�o, y de nuevo se disolver� en dos d�as. Y cong�lala de nuevo, reiterando esta acci�n tres veces o m�s, y ver�s como lo que no haya podido ser congelado se distinguir� por su virtud y potencia, al punto que aceite parecer� por su espesura.

DEL M�TODO PARA HACER ACEITE DE LUNA

Verdad es que el m�todo abreviado ahora descrito de inmenso valor es, pues en diez d�as se solidifica sobre el fermento y con el fermento la quintaesencia, por el hecho que la muy espesa materia terrestre tambi�n se halla estable en la Luna, pero en �sta no tan r�pidamente se disuelve, tras complementar la solidificaci�n de la quinta esencia, como en el Sol, en el cual, al llegar al final el acto de complementaci�n, no se distingue, por culpa de su rapidez, el paso de la materia por los estados blanco y r�beo.
La medicina que as� obtengas, si la unes a azufre de Saturno, o de J�piter, favorece la transmutaci�n material, gracias al fermento que encierra. Por la gracia de Dios que suficiente dijimos ya respecto al elemento blanco, ahora hablemos, pues, del r�beo, ya que, de hecho, la operaci�n solar en sus pasos y medidas, coincide con las operaciones lunares, en caso de que sepas operar filos�ficamente con agua corrup-tible, que tiene como principal virtud la de disolver totalmente el Sol y convertirlo en aire, hecho en que consiste nuestro secreto.
Toma, pues, en nombre de Dios, dos medidas del agua de Luna tratada y destilada anteriormente por el alambique, y a��dele dos medidas de agua vegetal aguada; vierte encima tu oro en un peso equivalente al del agua vegetal, y acaba poniendo el concentrado al ba�o durante dos o cuatro d�as, tras los cuales hallar�s oro negro parecido al carb�n. As� es como �ste se disuelve y se materializa, tal como la Luna. A continuaci�n pon la totalidad del compuesto de Sol y agua en un vaso circulatorio con doce partes de agua de vida rectificada, y cuando las botellas se calienten ver�s de inmediato disolverse el cuerpo solar sin el fermento, y ver�s al principio como el Sol se destila y al final se solidifica hasta convertirse en piedra.
Toma a continuaci�n ambos vasos, retir�ndolos a la vez del horno, o del ba�o, y de inmediato ver�s disolverse el oro, en una noche. Vu�lvelo a solidificar, y realiza la acci�n una tercera vez, tal como hiciste con la Luna, y m�s ampliamente resultar� exaltado por la virtud divina aquello que no pueda ser congelado, pues parecer� tal aceite espeso. Y �ste es el m�s precioso proceder, y Dios lo crea para que sea en sus efectos y virtudes y bondades, durante su ejecuci�n, el m�s noble y exacto proceder. Por m�s que no posea aquellas propiedades del poderoso elixir que afirman los fil�sofos que el elixir posee, con todo, si mezclases esta medicina con el azufre debido, te apunto, sea el de Venus o el de Marte, mudar�a la forma de �ste por la acci�n de este fermento.
No creas que esta medicina tiene su propio sistema de multiplicaci�n tal como tienen el resto. Pues si con este Sol convenientemente disuelto pastases, mediante una correcta mezcolanza, plata viva vulgar solidificada en siete ocasiones con vitriolo, en una proporci�n de catorce medidas de plata viva por cada dos medidas de Sol, y posteriormente solidificases la pasta resultante unas cuantas veces, siempre reduciendo la masa solidificada sobre el sedimento, y de esta manera de solidificar� el Mercurio en la medicina penetrante y tingente.
De igual forma otro hecho milagroso: si se aplican dos medidas de este Sol as� disuelto a fuego lento durante ocho d�as con ocho libras y una cuarta parte de una libra de Mercurio solidificado, el compuesto se convertir� en oro.
Milagros como �ste se hallan en la naturaleza, y ello ocurre porque el esp�ritu del agua en una disoluci�n de oro con oro indivisiblemente se solidifica; y asimismo, el aceite de la piedra de los fil�sofos, oculto a todos, a ti revelado, en un lugar decidido anteriormente, hace a esta medicina penetrable y compatible y aplicable a cualquier cuerpo, aumentando a la vez su eficacia, con un proceder del m�s all�, que resulta el m�s secreto en el mundo.
Por ello, si supieras abreviar este proceder, o separar el elemento acuoso, y trabajases bajo el proceso de mezcolanza ya descrito, podr�as en treinta d�as obtener la piedra. As� mismo, si tras la cuarta destilaci�n del agua susodicha, posterior-mente destilas en siete ocasiones el l�quido con cinabrio y vitriolo, en una proporci�n id�ntica de uno y otro, siempre a�adiendo en todas las operaciones nueva materia, y secando en toda destilaci�n la masa de piedra antes de a�adir agua; al final podr�s poner junto con doce partes de la susodicha agua una parte del fermento as� preparado de oro, y ver�s como �ste se solidifica en el vaso circulatorio.

DE LA EVOCACI�N NATURAL
DE LOS CUERPOS POR SUS ESP�RITUS

Ya en los primeros cap�tulos demostramos de qu� manera los cuerpos perfectos pueden disolverse, en el agua de la piedra de los fil�sofos, y de qu� manera pueden purificarse y solidificarse. Y pues s�lo queda mostrar de qu� manera podemos de cuerpos imperfectos extraer azufre natural, y hablar de la uni�n de ambos.
As� pues, en nombre de Cristo, Am�n. Toma la cal de cualquier cuerpo que quieras y ponla en una botella que tenga un largo cuello, y c�brela con agua de vida rectificada, que la sobrepase en cuatro dedos, y posteriormente pon encima cenizas, dejando que hierva todo por un d�a, y tras la ebullici�n ponlo junto a lodo caliente o a una estufa por un espacio de dos d�as naturales, para que mejor se asiente y puedan separarse las partes de materia sutiles de las gruesas por raz�n de su tama�o: hecha esta operaci�n, extrae la botella inclinada, para que puedas extraer de ella con precauci�n el agua.
Coloca este agua clara en una calabaza y cu�date de que no se enturbie, para lo cual inclinar�s el vaso y tapar�s la calabaza de paredes de cobre con su tap�n de cobre, y la pondr�s junto a la estufa o a lodo tal como ya hiciste, bien tapada. Una vez realizada la evacuaci�n, introduce m�s agua de propiedades similares a la primera, que llegue a una altura de cuatro dedos, tal como anteriormente, y hazla hervir en lodo, cuid�ndote de realizar tales operaciones hasta que todo cuerpo haya desalojado sus esp�ritus. Y si el agua se te acaba, toma la cuc�rbita en que se hallan todas las sustancias licuadas y ponle encima el alambique, destilando agua a fuego lento, bien por medio del ba�o, hasta que aparezcan dos partes de sustancias licuadas.
Pon entonces parte de este agua sobre la materia s�lida que hay en la botella, en la cantidad anterior, es decir cuatro dedos, y reitera las operaciones anteriores hasta que la tierra se evacue, hecho que as� comprobar�s: toma una porci�n de dicha tierra, s�cala al Sol, y una vez seca pon la sobre una piedra abrasante; si surgiese humo, reitera las susodichas operaciones hasta que no apareciese m�s humo, y desde entonces conserva tus sustancias licuadas en un lugar h�medo y c�lido, pues en �l mejor se conservar�n.
Cuando hayas completado perfecta-mente estas operaciones, y hayas recibido el signo predicho, extrae de la botella tu materia acompa�ada de un poco de la susodicha agua; ponla en la cuc�rbita y c�brela con el alambique, para que la materia se deseque. Una vez seca, calcula su peso, y sabido �ste conserva el agua de vida perfectamente rectificada en un vaso circulatorio, y ponle encima tres pesos, y de inmediato el alambique, que sellar�s bien.
Una vez completada la destilaci�n, evita que se enfr�e, y, cuando veas que la tierra est� seca, vuelve a poner el agua nueva a una temperatura similar de rectificaci�n en relaci�n con el peso antedicho, separa todas aquellas aguas que extrajiste de la tierra y ponlas en una botella bien cerrada; y repite todas estas operaciones hasta cuando veas la tierra reducirse a un polvo sutil e impalpable.

DEL DESBORDAMIENTO
DE MERCURIO

Hablamos ya de la calcinaci�n o licuaci�n de los esp�ritus. Una vez, pues, activados y preparados, toma el vaso en que se hallan todas las sustancias licuadas y c�brelo con el alambique. Destila agua por el alambique por el m�todo del ba�o hasta que se espese como la miel, y permite entonces que el ba�o se enfr�e. Una vez est� fr�o, quita de este agua que extrajiste de la tierra toda aqu�lla que supere un nivel de cuatro dedos, y pon el resto bajo lodo o junto a una estufa durante un d�a natural, con el vaso perfectamente sellado. Tras ello, conecta el alambique, destila el agua a un fuego muy d�bil y d�jala aparte. Una vez realizada dicha destilaci�n y con el vaso enfriado, pon sobre la materia que quede el agua anteriormente separada por superar el nivel de cuatro dedos, y ponlo todo bajo lodo como antes, y vuelve a realizar la destilaci�n como antes, y repite indefinidamente todas las operaciones descritas hasta ahora.
La materia que obtengas es aquella que se suele llamar plata viva desbordada o l�grimas de doncella. Una vez completado el desbordamiento, calcula el peso del antedicho polvo sutil y sum�rgelo en una cantidad de agua desbordada equivalente a la mitad del peso del polvo. Pon todo bajo lodo caliente, del que se nutrir� durante ocho d�as, y al cabo de los susodichos ocho d�as hallar�s tu materia absolutamente h�meda. Ponle encima el alambique y dest�lala a fuego lent�simo, recogiendo el agua. Una vez �sta secada con moderaci�n, calcula de nuevo su peso, que anotar�s. Rep�n el agua que recuperaste, y a��dele aquel agua desbordada, en una cantidad equivalente a la mitad de su peso.
Todas estas absorciones e inmersiones en lodo y calcinaciones las repetir�s en tanto la tierra no haya absorbido cuatro partes de tal elemento h�medo, lo cual sabr�s por tal signo: porque si pones la sustancia sobre una piedra ardiente deber� surgir de �sta humo. Si as� no ocurre, insiste en la absorci�n, inmersi�n y calcinaci�n, hasta conseguir el susodicho signo. Una vez conseguido �ste, pon la materia sobre cenizas y apl�cale un fuego lento al principio, pero que paulatinamente ir�s aumentando, hasta que toda la materia. ascienda a la parte superior del vaso.
Cuando se haya elevado toda, se dice que se trata de un cuerpo elevado por su sal admirable, que los fil�sofos llaman piedra y sulfuro de la naturaleza. La incineraci�n de la susodicha sal o azufre as� se realiza. Toma la susodicha sal, cualquiera que sea el metal del que se haya extra�do o la cantidad de que se trate, y col�cala en un cruc�bulum, que situar�s sobre cenizas calientes. Y cuando est� un poco caliente apl�cale un poco del anteriormente nombrado aceite, gota a gota, hasta que se haya enfriado y convertido en una sustancia espesa como la miel. Saca la sal entonces del fuego, y cuando est� fr�a toma un poco de ella y col�cala sobre una piedra caliente. Si se funde lentamente, la operaci�n estar� ya hecha. Si no es as�, reitera las anteriores operaciones, hasta que fluya lentamente a causa de la fuga de Mercurio. Derrama entonces un peso de esta sal sobre cien pesos de Mercurio crudo.

ACONTECE LA OPERACI�N DE
CAREST�A DE ACEITE DE LUNA

El aceite de Luna tiene virtud fijadora, y provoca una ligera fusi�n de toda la sal producida. Encera, pues, sal de J�piter, una vez el azufre de J�piter hayas obtenido, con aceite de Luna, hasta que resbale, y derrama un peso de ella sobre cien de J�piter. Si la sal fuera de Saturno, derrama entonces un peso de sal sobre cincuenta de Saturno. Ser� esta sin duda obra perfect�sima, superior a cualquier obra natural. Si el aceite fuera de Sol, encera con �l sal de Venus o de Marte, y derrama un peso sobre cien pesos de Venus.
As� se obtiene el agua de la vida: calcina madera de vi�as o de t�rtaro que sean blancas. Empapa �stas con agua de vida y pon todo el agua rectificada y aguada en un vaso circulatorio, donde la dejar�s pudrir por un per�odo de un d�a. Destila entonces el agua a fuego lento y para acabar calcina la tierra, o la sal. Empapa la sustancia y dest�lala y calc�nala como anteriormente hasta cuatro veces, y entonces ponla a disolver por s� misma al ba�o. Una vez disuelta al ba�o la sustancia, cong�lala, y realiza esta operaci�n cuatro veces Y obtendr�s la sal del Arte, a saber, Mercurio Testamentario, sin el cual nada nace.
A la vista de todas nuestras medicinas ya nombradas no encontrar�s otro m�todo con capacidad para llevar un cuerpo a la perfecci�n externa que supere al de la fundici�n en cenizas, pues el esta�o parecer� esta�o como anterior-mente, pero ser� algo m�s rompible y duro sin un esplendor manifiesto, siempre que sea purgado en cenizas; y lo mismo con el metal saturnal, y similarmente con el de Venus. Y lo mismo por lo que hace al metal de J�piter, que al ser sometido a la acci�n de las cenizas puedes ver como se transforma en plata depurada.
Estas diversidades proceden mayormente de la [virtud...] de la piedra, seg�n si m�s o menos se han sometido a preparaciones y sublimaciones. En efecto, la caracter�stica mutativa del esp�ritu de los cuerpos carece de muchas virtudes en sus partes gruesas, pues aqu�lla capacita, por sus propiedades, al cuerpo para segregar los elementos ajenos a los metales, al transformarlos mediante su esp�ritu, y sino por la ayuda de las ceniza. Y ello ocurre por la intervenci�n de la sustancia gruesa medicinal, a la cual se halla unida la virtud que transforma y que impide que se complete la acci�n �ntegra de su esp�ritu, consistente en separar aquello que no se corresponde con la esencia natural y unir aquello que es por naturaleza af�n a la naturaleza de la plata viva, que tras la operaci�n hallar�s mutada en plata fina, que es superior al mineral.
Pero no insistas en querer poner plomo en sus cenizas, pues tan solo la medicina realiza todas sus acciones con la ayuda de fuego de cenizas. As� que cuando dichas medicinas son aplicadas con las cenizas a un cuerpo -y es que �ste no puede soportar el fuego vivo- en el interior del cuerpo se funden las medicinas sino una ignici�n determinada. Y ello es as� porque su naturaleza no posee el defecto de ser materia indigesta, que son aquellas que se funden antes del tiempo en que deben de incinerarse las sustancias consumidas, que ocupan en el cuerpo el sitio de la sustancia flem�tica vaporal.
Ayuda pues a tu medicina y a sus virtudes por medio de la incineraci�n (cineritium), y encontrar�s oro y plata, seg�n si estuvieran tus medicinas encaminadas a ellos, sea por medio del elemento blanco, sea por medio del elemento r�beo.

FINAL